Los animales estaban antes que nosotros en este planeta y probablemente algunos de ellos se irán después del último humano. En el ínterin, la relación de vecindad se ha convertido en una miscelánea de convivencias. Integrados como animales domésticos o temidos como animales salvajes. Cazados como sustento o utilizados como herramientas de trabajo. Amados, por qué no decirlo, como animales de compañía y admirados en sus diversas capacidades.
El intelecto, la razón es la diferencia básica con cualquier especie animal. Y la gran derivada del pensamiento es la que nos conduce a interpretacione subjetivas sobre su función, necesidad o prescindibilidad.
Un derecho natural establecería una igualdad entre especies, pero el hecho diferencial de la inteligencia acabó sometiendo a unos a favor de otros. Hay animales que sacan provecho de la inteligencia del ser humano y, una vez adaptados a su hábitat, consiguen desarrollarse dentro de él con la seguridad de un refugio y comida. Otros nacieron determinados por la imperiosa necesidad de ser independientes y cada vez más se encuentran en un entorno invadido o destruído.
Mientras tanto, el imaginario popular ha introducido al animal en sus diferentes roles, aprendidos por los humanos desde muy pequeños. Pero más allá de lo que pretendemos saber y conocer, siempre hay enormes lagunas respecto a sus necesidades y comportamientos, sus emociones y su visión real del entorno.
Al final, se trata de buscar la historia de una relación complementaria, de considerar las diferentes relaciones establecidas en tantos rincones del mundo. Conocer al animal es saber más sobre un entorno natural del que cada vez más nos desvinculamos, encerrados en nuestras ciudades.
Jenny Diski, escritora fallecida en 2016, profundizó en esta obra sobre estos y muchos otros aspectos en un interesante volumen que viene a hablar sobre la vida en nuestro planeta.
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