La casualidad como única justificación para fijar una insana obsesión. El desencanto, el hastío y la animadversión pueden convertir a una persona en un homicida en potencia. La envidia por ser lo que otros han llegado a ser, y que el protagonista de esta historia nunca será, va creciendo y creciendo hasta convertirse en el fundamento vital del fulano que acapara la perspectiva general de la novela.
Un tipo, del que nunca conocemos su nombre, quizás en un intento de generalizar al personaje en cualquier persona que pudiéramos encontrarlos, pone en marcha su plan para molestar y desgastar a la opulenta mujer con la que tiene un percance de tráfico.
Pero las malas ideas suelen derivar en consecuencias fatales.
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