La literatura de Sarah Lark es un canto a la belleza, a la idealización, a la feliz integración del ser humano con el entorno más natural y a la resiliencia desde el reencuentro de la persona con el ecosistema fundamental en el que encontrar nuevos aires con los que desintoxicarse de los turbios condicionantes de nuestra civilización.
Y nada mejor para escapar de esos entornos viciados en los que habitamos que alejarnos hasta ese país de la nube blanca hecho ya la utopía literaria entre el exuberante exotismo y la contraposición de un mundo al que damos la vuelta físicamente como metáfora del giro necesario hacia el reencuentro.
Pero lecturas más o menos filosóficas aparte, El año de los delfines nos presenta a un nuevo personaje paradigmático hacia la recomposición vital. Ella es Laura, una mujer con la carga de su detino trazando un camino bien distinto al que hubiera querido escribir.
En esa habitual contingencia vital, llamada en ocasiones la crisis de los cuarenta, en la que no pocos se replantean su sitio en el mundo, Laura decide lanzar ese reseteo hacia el encuentro con el camino paralelo, ese que se añora en sueños y se vislumbra al asomarse a otra vida ilustrada en libros o hasta en televisión.
Y claro, Laura disponía del propio imaginario de su creadora, un espacio allá por Nueva Zelanda donde poder desarrollar una vieja pasión por la vida bajo el mar y quien sabe si incluso volcar también otro tipo de aspectos pasionales soterrados en su estilo de vida ordinaria.
La mayor aventura puede ser la emprendida cuando nadie espera de tí más que proseguir con la rutina. El mayor de los retos es renunciar a la inercia de lo que hay y enfrentarse a todo tipo de miedos, culpas y otros sentimientos negativos para abordar un sueño. Después de todo, Nueva Zelanda asoma como un horizonte lejano sin memoria, donde nadie del mundo actual de Laura puede aparecer para dar consejos o reclamar daños y perjuicios.
Laura y la vida reemprendida desde 0 cuando el pasado más pesa. Laura y el redescubrimiento de sensaciones mucho más plenas a cada nuevo latido del corazón.
Si después de leer este libro no empiezas a ahorrar para tomar u navión hacia el país de la nube blanca, es que no tienes corazón.
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