Lisbeth Salander es mucha Lisbeth. Y su feminismo maquiavélico se acaba extendiendo necesariamente a nuevos argumentos que jamás imaginaría su desaparecido creador Stieg Larsson. Por cierto, parece que fue ayer cuando falleció el autor original pero ya son un par de décadas sin él.
Seguramente Larsson habría planteado nuevos escenarios. O quizás habría decidido dar un merecido descanso a Lisbeth, una honrosa retirada que le confiriera ese punto legendario de los ídolos desaparecidos. Pero en manos de nuevos autores como David Lagercrantz y ahora Karin Smirnoff entre otros, la ya crecidita muchacha sigue desplegando su inteligencia al servicio de la batalla contra el mal y la misoginia con sus mismas aviesas armas.
Múltiples intereses están en juego en el Norte de Suecia: tierras apenas habitadas y ricas en recursos naturales son codiciadas por las multinacionales más poderosas bajo la excusa del ecologismo. La corrupción y el dinero fácil pronto atraen a los grupos criminales más peligrosos. Hacia allí se dirigen Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist por diferentes motivos: los servicios sociales han informado a Salander de que su sobrina adolescente, Svala, necesita un tutor legal tras la desaparición de su madre, y Mikael acude a la boda de su hija con uno de los políticos más influyentes de la región.
El frío norte se convertirá en el escenario en el que Lisbeth Salander, Mikael Blomkvist y la indomable Svala se enfrentarán a una red de corrupción amparada en la explotación de energías renovables y combatirán la violencia contra las mujeres, en medio del ambiente político en el que asciende imparable la ultraderecha.
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