Las 3 mejores películas del genial Javier Cámara

Me parece a mí que el cine español es como más democrático, más ajustado a la realidad de las virtudes interpretativas. Comparándolo con Hollywood, me refiero. Porque en yankilandia si uno es guapo puede aprender a interpretar sobre la marcha, mientras tanto va encandilando al espectador desde lo físico a la par que los efectos especiales y las tramas facilonas componen ese cine taquillero made in USA. No quiero decir con ello que no haya actores y actrices enormes por allá, pero hay bastantes más mediocres sumidos en la inercia de las producciones faraónicas que todo lo entierran.

Sin duda la cosa es que a veces esos actores improvisados sacados como del modelaje no siempre llegan a actores. Mientras que un actor en España como Javier Cámara acaba siéndolo en su más alto rango, demostrando una capacidad camaleónica nacida con esa pujanza de la vocación, del actor de cuna.

Nos meábamos con él en la serie «7 vidas», pero como ocurre con todo buen actor otro tipo de retos llamaron pronto a sus puertas y la gran pantalla lo recibió con los brazos abiertos. Al final se trata de hacer películas de todo tipo, no solo superproducciones de postureo y guiños del héroe de turno sino también obras más realistas, más creíbles, más humanas desde la capacidad empática del actor en el pellejo de cualquier protagonista extraído con rabiosa verosimilitud de nuestro mundo real.

Después pueden llegar otro tipo de escenarios de corte más fantástico, de terror o cómicos. Pero entonces el actor ya está curtido y todo transcurre con mayor emotividad. Un brindis por grandes actores como Javier Cámara.

Top 3 películas recomendadas de Javier Cámara

Vivir es fácil con los ojos cerrados

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A mi es que lo de las road movies me tiene ganado ya de entrada. La cosa es que si añadimos a un personaje como Antonio, transmitiendo más en sus silencios que en los diálogos, la cosa queda redonda. Parece que, además de los paisajes, todo en la vida pasa de refilón para el buen profesor de inglés. Un tipo decidido a conocer a John Lennon como el más necesario de los peregrinajes pseudoreligiosos del mundo.

Con un punto Quijotesco, nuestro Antonio va asomándose a circunstancias diversas en un pasar de la vida que parece moverse con fuerza centrípeta sobre él. Nada mejor que ser un tipo abierto, un punto bohemio y confiante en la existencia de reductos de humanidad sobre todo en la juventud que observa pero que él ya no tiene, para reaprender constantemente, a cada kilómetro y paradas recorridas…

En 1966 un John Lennon en plena crisis existencial que le lleva a pensar en dejar definitivamente los Beatles y convencido de poder lanzarse a la carrera de actor, llega a Almería para rodar a las órdenes de Richard Lester una película antibelicista: Cómo gané la guerra.

Antonio es fan incondicional del cuarteto de Liverpool y profesor de inglés en un humilde colegio de Albacete, que usa las canciones de los Beatles para enseñar inglés, decide emprender el viaje para conocerlo y hacerle una inusual petición.

En la ruta, se cruza con Belén (Natalia de Molina), que se ha escapado de la turbia reclusión a la que está sometida por su familia y por el entorno social del país, ya que tiene 20 años, pero carga con un pasado del que huye. Ambos se tropezarán con Juanjo (Francesc Colomer), un adolescente de 16 años, que se ha fugado de casa en plena rebeldía juvenil y enfrentamiento con su padre (Jorge Sanz), conservador, poco tolerante y poco afín a los cambios. La libertad y los sueños son los ejes centrales del viaje en el que no sólo encontrarán al cantante, sino también a ellos mismos. El resultado de aquella cautivadora aventura es el tema Strawberry Fields Forever, un tema en el que Lennon recuerda su infancia.

La torre de Suso

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El humor, bien presentado, es capaz de tocarnos hasta lo más hondo. Claro que el punto de partida de esta película es precisamente lo contrario. El amigo fallecido al que el resto de colegas de toda la vida se disponen a rendir su debido homenaje.

Las cosas entre amigos suelen ser alocadas y divertidas…, o al menos en el recuerdo de la juventud compartida en mayor medida. Por eso el adiós de Suso junto con el homenaje debido a su paso por el mundo es en parte un motivo para la fiesta. Los derroteros de la vida son imprevisibles conforme el tiempo va pasando y los juramentos y nociones de eterna amistad se van deshaciendo en parte como una infidelidad con uno mismo. De ahí el empeño jocoso por el que nos mueve esta película. Puede que sea un vano intento por volver a ser jóvenes por unos días o quizás pese más la sensación de deuda con Suso como una factura a pagarse también cada cual consigo mismo.

Cundo es un asturiano que emigra a Argentina para buscar una nueva vida. Diez años después regresa a su tierra, la Cuenca Minera Asturiana al funeral de un viejo amigo, Suso. La película narra el reencuentro con sus familiares y amigos y cómo Cundo desea cumplir el último sueño de Suso. El largometraje es un homenaje a la amistad. Y sobre todo a la amistad en unas edades en las que no tienes tan claro por qué deberías seguir siendo amigo de tus amigos de la infancia.

El olvido que seremos

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Viendo el cartel de esta peli, mientras me disponía a entrar en sala para ver otra, no pude evitar apuntármela para la siguiente visita al cine. El título recogido de la novela de Héctor Abad Faciolince, acompañado de una fotografía que desprende pura melancolía de la buena, me ganó de inmediato. Pude tirarme mirando el cartel a gran tamaño unos diez minutos, como queriendo entrar en escena. Y sí, cuando ves la peli acabas por asomarte a ese patio con su fuente de piedra…

La cinta se ambienta durante la violencia que vivió Colombia en los años 80 y buena parte de los 90, época de los grandes capos de la droga y los grupos paramilitares que, con el respaldo de sectores políticos y militares, acallaban las voces de aquellas personas críticas del establecimiento (defensores de derechos humanos, profesores universitarios, sindicalistas, integrantes y simpatizantes de movimientos y partidos políticos de izquierda).

Esa época sirve como telón de fondo para contar la vida de Héctor Abad Gómez desde la visión amorosa y orgullosa de su hijo Héctor Abad Faciolince, como una especie de homenaje a su padre ya fallecido, mostrando el amor incondicional de un padre a un hijo y viceversa, como un vínculo casi sobrenatural que liga a los implicados en un contrato que sólo se rompe con la muerte de uno de ellos.

Es un amor que crece con los años entre su padre y él, convirtiéndose en una narración que trae a colación la vida, obra y muerte de su padre, del dolor profundo que le causó un país que se hundía en la más negra de sus horas, violentando y masacrando a todo aquel que diera su voz de protesta.

La película es entendible en la medida que remarca los estereotipos de una época trágica que aún no ha sido totalmente explorada ni explicada, utilizando como fuente la visión idealizada que un hijo tiene de su padre asesinado.

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