El mismísimo escritor sueco Henning Mankell, en gran parte hacedor de la gran vitola del noir nórdico, se sorprendería de la proliferación de nuevos hijos literarios que asaltan a oleadas el género negro. Con especial protagonismo para narradoras como Camilla Lackberg o Mari Jungstedt.
En el caso de Lina Bengtsdotter, su reciente irrupción consigue ese efecto de frescura que todo nuevo autor aporta al género negro. Y su propuesta destaca por una escenografía de incomparable intensidad en torno a un pequeño pueblo de Gullpang a orillas de los lagos Vanern y Skagen. Uno de esos escasos lugares que aún hoy conservan aromas atávicos. Un espacio que despierta sensaciones de fusión esencial entre lo humano y el entorno más natural sin el artificio de las grandes ciudades.
En un lugar como Gullpang es donde el imaginario popular se lanza a construir, como en civilizaciones de antaño, leyendas para tratar de abordar lo inexplicable.
Y nada más extraño que el fin de una vida joven, sumida entre las brumas izadas desde el gigante lago Vanern como por fuerzas malignas capaces de llevarse una vida a sus profundidades.
El personaje de la policía Charlie Lager recuerda mucho a la Amaia Salazar de Dolores Redondo, con similares tribulaciones y análogos lazos asfixiantes con recuerdos de la infancia. Así, se puede abordar la trama mimetizando Elizondo con Gullpang, hasta que esta nueva trama nos lanza hacia nuevos supuestos en torno a la muerte, la desaparición y algún tipo de influjo maligno capaz de marcar destinos para el más siniestro de los planes.
Con los antecedentes de la primera novela de Lina llegada a España, «Annabelle«, empezamos a leer con ese erizamiento de la piel, sabiendo que cuando algo va mal, aún puede ir a peor.
Paul Bergman, un viejo caso de suicidio juvenil con visos de duda, más aún a resultas de la inminente desaparición de otra joven, Francesca Mild. Todo ocurrió hace más de tres décadas.
El problema es que este caso también engarza con la propia Charlie, aquella que fúe, donde se sembraron sus miedos. Quizás nadie mejor que ella, oriunda de Gullpang, para moverse con conocimiento de causa entre calles solitarias y parajes infinitos. Probablemente también nadie mejor que Charlie Lager para despertar a los fantasmas del ayer porque solo ellos conocen la verdad y su precio.
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