Elegir. La libertad básicamente debe ser eso. Las consecuencias vienen después. Nada más pesado que ser libre para elegir tu destino. Mario, el protagonista de esta historia hizo su elección. La promoción profesional o el amor siempre son una buena excusa para decantar las elecciones vitales hacia un lado o hacia otro.
Mario se encuentra en ese momento en el que sopesa si su cadena de elecciones fue la más acertada. Una dolencia física lo aparta de su trabajo y el lector puede adivinar que se trata de una somatización, la derivada de sus más profundas tribulaciones personales, una queja física de otra reclamación más interna. Tal vez no todo sea cuestión de malas o buenas elecciones, la mala suerte siempre puede intervenir, con su halo de fatalidad que todo lo devasta.
¿Puede estar la felicidad en el mismo lugar donde la dejaste la última vez? Mario regresa a Barcelona en busca de cualquer atisbo de felicidad entre la melancolía y esa somatización de un dolor indefinido, tapado, oculto.
Los hijos son una pregunta que le hacemos al futuro. Al regresar a Barcelona, Mario busca en su hijo adolescente las respuestas al futuro pero también al pasado. Algo le dice que el dolor interior y su reflejo físico podrían desaparecer si encontrara una forma de enlazar sus destinos en una elección, por fin, completamente acertada.
Ya lo dijo Heráclito: nadie se baña dos veces en el mismo río. Cuando la vida, el amor, el dolor, el destino y los hijos ya han trazado un cauce, es dificil volver a beber de su agua. Pero si hay algo por lo que realmente se mueve una persona a lo largo de la vida, eso es la esperanza.
Una interesante y diferente novela de sentimientos embarcados en plena modernidad, con sus tiempos extraños que corren.
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