El protagonista de esta novela, publicada originalmente en 1968, es Billy Casper. Pero hay otro Billy que te puede servir como referencia para ubicar a este chico de la Inglaterra deprimida de las minas, se trata de Billy Elliot, aquel chico entregado a la danza en los años 80.
Ambos pertenecen a una de esas comunidad minera, ambos son repudiados por ser diferentes. Sin embargo el bueno de Casper es un caso más extremo. No se trata de que el Billy de esta novela no pueda bailar por considerarse inapropiado para un hombre, lo suyo es que apenas puede respirar en un espacio marginal donde su madre lo desatiende, su hermano lo apalea en cuanto toma un poco de alcohol, sus amigos le hacen el vacío y en la escuela lo dan por un alma perdida más.
Pero al final, las historias de los dos Billys vuelven a confluir de alguna forma. Entre la miseria, las decepciones, la soledad y la amargura de una infancia cruel, siempre resulta gratificante ver al pequeño hombre salir, escapar de tanta contrariedad.
Con Billy Casper sufrimos sus silencios que lo van replegando hacia una personalidad oscura y siniestra, repleta de incomprensión y odio. Hasta que de repente aparece un halcón. El pequeño Casper establece con ese ave depredadora una relación en la que curar sus heridas, donde transformar sus miedos y su odio para que la literatura de ficción se encargue de tratar de reconciliarnos con el mundo.
La cuestión es si, de nuevo las circunstancias, permitirán a Billy Casper sobrevolar sus ominosa realidad. O si, por el contrario, todo acabará con la veloz caída en picado del halcón que se estrella con el duro suelo.
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