Idaho, de Emily Ruskovich

El momento en el que la vida se bifurca. Las disyuntivas impuestas por el simple azar, por el destino o por un Dios encantado de repetir la escena de Abraham con su hijo Isaac, solo que con variaciones impredecibles del final. La cuestión es que parece como si la existencia se moviera en tramas paralelas desde esos instantes en que lo que debía ser acaba desembocando en lo que jamás debiera haber sido.

La cuestión es saber narrarlo desde el detalle hasta la trascendencia. Porque cada pequeña historia, en el devenir más grueso de nuestro mundo, acaba por dar cumplida respuesta a los más sofisticados interrogantes ontológicos. Y no es que el argumento se vaya por las ramas de filosofía alguna. Es tan solo cuestión de descubrir en esas pequeñas esencias los más completos significados.

Año 1995. En un caluroso día de agosto, una familia viaja en camioneta hasta un claro en el bosque para recoger leña. La madre, Jenny, es la encargada de cortar las ramas pequeñas. Wade, el padre, las amontona. Mientras, sus dos hijas, de nueve y seis años, beben limonada, juegan y cantan canciones. De repente, ocurre algo terrible que dispersará a la familia en todas direcciones.

Nueve años después, Ann, la segunda esposa de Wade, se encuentra sentada en la misma camioneta. No puede dejar de imaginarse el terrible suceso, tratando de entender por qué ocurrió, y decide emprender una búsqueda urgente para hallar la verdad y así recuperar los detalles del pasado de Wade, que desde hace un tiempo muestra signos de demencia.

Novela de prosa exquisita y contada desde distintos puntos de vista, Idaho es un impresionante debut sobre el poder que la redención y el amor nos otorgan a la hora de convivir con lo incomprensible.

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Idaho, Ruskovic
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