Los thrillers por excelencia son distopías de lo que puede llegar a ser. Porque un planteamiento distópico siempre tiene una componente sociológico de amplia magnitud. Todos expuestos al nuevo orden con sus conatos de rebelión y su sumisión del miedo. Desde George Orwell hasta Margaret Atwood multitud de grandes escritores se han paseado en más de una ocasión por esos mundos en el abismo de sus propia decadencia.
Recursos que se agotan o sistemas de gobierno capaces de practicar neolenguajes, sistemas de reproducción controlados, recortes de derechos sistemáticos (en cierta forma la distopía está mas cerca de lo que pensamos, ¿no?) El propio Orwell ya apunto a una mezcla entre lo distópico y lo fabuloso en su rebelión en la granja. En esta ocasión, para Asa Ericsdotter no es tanto el componente ideológico pero sí con esa visión de una sociedad hipercontrolada y conducida al mal menor, a la salvación con el mínimo coste, a las soluciones maquiavélicas…
El primer ministro de Suecia ha emprendido una política radical: erradicar la obesidad y el sobrepeso de la población. El objetivo es un país libre de grasa, y los métodos para conseguirlo son cada vez más expeditivos.
Landon, un joven historiador, huye lejos de la ciudad para intentar evadirse de sus fracasos personales y del horror que vive su país. Un día conoce a Helena quien, acompañada de su hija de ocho años, también huye de la presión cada vez mayor y ambos empiezan a tejer una relación. Cuando ella desaparece en misteriosas circunstancias, Landon se promete a sí mismo que la encontrará aunque para conseguirlo tenga que arriesgar la vida.
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