En su linea de titulos desconcertantes con los que colmar su serie Kostas Jaritos, El bueno de Petros Markaris nos presenta esta suerte de manual para conciencias bursátiles. Un tutorial que ya se imprime a todo color en las mejores Universidades para asesinos…
La cosa es despertar esos contrastes propios de la realidad que nos toca vivir. Una sociedad global la nuestra donde los criminales y saqueadores ocupa despachos. Y desde ahí marcan el paso del destino del mundo mientras tapan la boca de la justicia además de sus ojos…
El caso de Grecia allá por 2008 demostró bien a las claras la pérdida de poder total de los gobiernos de cualquier país en favor de especuladores del peor pelaje. De aquellos días el glorioso mundo Helénico escapó con una victoria pírrica que ni el mismísimo Ulises. Pero las viejas sombras acechantes aún hoy siguen sirviendo de cobijo a fondos de inversiones dirigidos por tipos de apariencia inmaculada, fervientes filántropos desde su piel de cordero. Odiseas modernas en las que todos perdemos en favor de siniestros poderes capaces de todo sobre las que Markaris siempre encuentra filones narrativos por supuesto con lecturas muy oscuras…
Sinopsis
La vida de Kostas Jaritos y de su mujer, Adrianí, en la Grecia posterior a la gran crisis, gira en torno a su nieto y las comidas familiares. Entretanto, Lambros Zisis, el comunista desencantado que administra un refugio para personas sin techo, planea unas movilizaciones que evidencien el olvido al que la sociedad arroja a los pobres, a los arruinados, a los inmigrantes; sin embargo, tendrá que superar las tensiones entre los diferentes colectivos y lidiar con las provocaciones de la extrema derecha.
De pronto, en Atenas aparece el cadáver de un adinerado saudí que había invertido una pequeña fortuna en terrenos para construir un complejo hotelero de lujo junto al mar. Sin dejar de seguir con el rabillo del ojo el movimiento impulsado por Zisis, Jaritos se encargará de investigar ese caso, un posible asesinato que pone sobre la mesa cuestiones que afectan a todas las grandes ciudades: ¿es la inversión, sobre todo la extranjera, la única manera de salvar una economía maltrecha? Pero ¿qué valores guían a los inversores?
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