Tirando de esa libertad creativa de la que siempre ha hecho gala Eduardo Mendoza, la saga abierta con la novela anterior «El rey recibe» encuentra nueva réplica en esta entrega en torno al quijotesco Rufo Batalla y su insuperable magnetismo para emprender aventuras épicas.
Y una vez más el asunto sirve para dar un interesante repaso a unos días oscuros que él transforma desde disparatados periplos por intrahistorias paralelas al devenir histórico.
Porque Rufo Batalla se verá inmerso en un viaje propuesto por el príncipe Tukuulo hacia Livonia, una de esas patrias devoradas por el transitar de la historia entre conquistas, pérdidas y pugnas aún vigentes en pleno siglo XX, más aún en una Europa que se rehacía desde la Segunda Guerra Mundial entre siniestros tapetes de juego de la interminable guerra fría.
Rufo es un tipo cumplidor con cualquier causa perdida que se le presente desde esa incontrolable inercia que ya vamos descubriendo lo acaba moviendo como motor hacia nuevos descubrimientos.
Livonia se vislumbra como un destino final pero acaba siendo tan solo una meta volante. Quizás lo mejor hubiera sido regresar a Barcelona, tal como tenía planeado Rufo anhelando la apertura que se augura con la muerte inminente de Franco.
Pero las inquietudes de este personaje son siempre de agradecer. Porque de no ceder a las alocadas ideas de Tukuulo jamás conoceríamos de ese mundo cargado de contradicciones que subyace bajo las apareciencias de una realidad más apasionante aún cuando se descubren mecanismos esenciales que la mueven.
Leyendo novelas históricas conocemos de ambientaciones, de relatos que avanzan en paralelo a lo oficial de la civilización de turno. Perdiéndonos por historias como las que nos propone Eduardo Mendoza, acabamos descubriendo nuevos fundamentos, esencias entre lo absurdo y lo trascendente, equilibrios mágicos que componen nuevos vistazos cargados de esa mágica subjetividad capaz de empastarlo todo, hasta lo incomprensible.
Ya puedes comprar el libro «El negociado del yin y el yang», el nuevo libro de Eduardo Mendoza, aquí: