Tenemos bien aprendido cómo los supervivientes de los peores escenarios vitales acaban copando puestos de policías o similares en la ficción. Baldacci tira de recurso en esta ocasión para que su prota Atlee Pine nos conduzca por el zigzagueante universo de las investigaciones de turno. Solo que esas otras tramas de lo personal, que irrumpen desde el tronco como vástagos para ir chupando poco a poco toda la savia de trama principal, también en este caso va ganando peso.
Se trata de reforzar al personaje, de dotarlo de una mayor y más honda personalidad. Porque de otro modo la investigación debe ser una invitación hacia la deducción capaz de mantenernos atrapados. Y lo cierto es que, sin estar todo inventado, cada vez resulta más difícil conseguir la sorpresa en el lector. Y así es como Atlee y sus cuestiones personales nos magnetizan para darnos esa sensación mimética de la catástrofe más vívida en un protagonista.
Ningún policía o investigador o agente del FBI en este caso, puede permitirse el lujo de dejarse llevar por la zozobra de su pasado o sus cuentas pendientes. Porque en ese caso el método y las capacidades se desdibujan y uno se acaba implicando demasiado con la terrible posibilidad de cometer errores de bulto…
Sinopsis
Atlee Pine vive marcada por la terrible experiencia que vivió en su infancia: cuando tenían seis años, un desconocido secuestró a su hermana gemela Mercy, y nunca la volvió a ver. Tres décadas después, Atlee se ha convertido en una agente del FBI con extraordinarias capacidades, rebelde, valiente y autosuficiente. Sin embargo, entre sus muchísimas cualidades, no figuran la misericordia o la capacidad de perdonar. Su cometido es perseguir y atrapar a los criminales en la zona del Gran Cañón, que conoce al detalle.
Cuando se produce una extraña muerte por apuñalamiento en un área frecuentada por turistas, Atlee es apartada del caso abruptamente y deberá decidir entre cumplir las órdenes o arriesgar su carrera tratando de averiguar la verdad.
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