Cómo escribir un ensayo

La manida frase de «tengo para escribir un libro» apunta a una visión de lo vivido como experiencia única. Algo sobre lo que el mero testimonio puesto negro sobre blanco haría temblar a los mismísimos dioses del Olimpo. Luego está aquella otra frase de «Cualquier día me pongo a escribir una novela» y entonces el que tiembla es Stephen King ante la espeluznante idea de tener que competir con unos improvisados aunque gloriosos escritores como nosotros…

Pero nadie piensa tan a la ligera en escribir un ensayo. Porque la cosa tiene su enjundia. Más que nada porque las partes de un ensayo van mucho más allá de un socorrido inicio, un nudo más o menos acertado y un desenlace apañadito con el que ganarnos al lector de turno.

En primer lugar hay que tener una idea bien madurada sobre un tema, en un ámbito o negociado de nuestro interés o conocimiento. Porque divagar todos sabemos hacerlo hasta que la divagación bordea el delirio. Nada que ver con las grandes dosis de investigación, planteamiento y disertación que un ensayo precisa para aportar al asunto en cuestión.

La mayor de las clarividencias puede hacer aguas en un ensayo erudito y pretencioso. Porque nadie incide en que lo ensayístico deba ser divulgativo, solo que si no lo es, la obra queda reducida al conocimiento de quien ya sabe sobre el tema y en tal caso todo el poder iluminador del buen ensayo se queda en un fuego fatuo.

Las esencias del buen ensayo

Entrando en materia sobre ese «cómo» escribir un ensayo, hay que tener claro que todo puede ser sujeto de ensayo. Bajo la apariencia de lo trivial cualquier desempeño nuestro, afición, querencia o hasta filia o fobia nos permite profundizar en la naturaleza del aspecto sobre el que «ensayar».

Lo fundamental es no dejarse llevar po el arrebato de transmitir todo lo que sabemos. En primer lugar hay que documentarse bien, teorizar, contrastar con otros, buscar síntesis y así alimentar ese libro que plasme la realidad más trascendente de algo para la interpretación posterior.

La parte más interesante del ensayo es ese equilibrio entre la objetividad y sus difusos perfiles desde la percepción de lo humano. Porque en el umbral entre ambas visiones se nos permite el más placentero desarrollo de nuestras ideas. Nuestra argumentación, una vez aportada la información previa, adquiere el valor del mejor alegato, la mejor defensa, el argumento que conquista para que nuestras ideas calen.

En última instancia el poso del ensayo que seamos capaz de escribir no va a sentar cátedra sobre un tema. El compendio de realidad y pensamiento en torno a esa realidad, actividad, tarea, ciencia…, confiere a lo ensayístico un carácter de nuevo fuste con el que sumar arquitectura del pensamiento. Gracias al ensayo nuevos autores complementarán para acabar estructurando el imaginario más sofisticado sobre el que componer ciencia, costumbre o hasta religión.

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