La peña tiene teorías sorprendentes. Recientemente, tomando café en un bar y hablando sobre el tiempo, un improvisado tertuliano se ha unido a nuestro grupo y, con aires de Nostradamus, ha asegurado que el cambio climático se debe a la afección directa de tanto satélite en la atmósfera. El primo de Rajoy secundaría esta opinión, sin duda.
También alguien me dijo hace poco que dentro de algunos años todos llevaremos un chip insertado en el brazo con el cual pasaremos por todo tipo de controles. El susodicho me explicaba, absolutamente convencido, que hasta para comprar papel higiénico en el Sabeco pasarán el escáner por nuestro brazo para ver si tenemos saldo.
Lo que tenemos de verdad es mucho tiempo libre, sin duda. Y la imaginación de la gente se dispara. Parece ser que todo el mundo tiene nociones de Física, Filosofía, Astronomía y hasta de Arquitectura. Si alguno de esos opinadores librepensadores llegara al Palacio de la Moncloa, a Downing Street o a la Casa Blanca, otro pelo nos luciría a todos, porque, qué decir de la crisis…
Quién no tiene un vecino, un cuñado, un compañero o un peluquero que apañaría el descuadre mundial con un par de fondos por aquí, unos milloncejos por allá, un estirón de orejas a los políticos o una patada en la entrepierna a los banqueros.
Sin duda, la accesibilidad de la cultura ha generado una sociedad de sabios que ríete tú de la Academia de Aristóteles. Sin embargo, cuando tenemos una mínima oportunidad de demostrar nuestro amplio saber, como por ejemplo en el programa televisivo “Tengo una pregunta para usted”, nos levantamos como garulos y le decimos al político de turno: ¿Tiene un cigarrillo?.
Como dice el anuncio de Aquarius, el ser humano es extraordinario