Los 3 mejores libros de Valeria Luiselli

Más heredera de Elena Poniatoska que de Juan Rulfo, la también mexicana Valeria Luiselli hace de su literatura crónica y de su pensamiento crítico vertiginoso ensayo.

Ficcionando desde la proyección del realismo más consciente con esa irreverencia de una escritora joven, Valeria se manifiesta como poderoso altavoz de una generación enfocada al futuro desde las bases de todo lo nuevo que le pueda quedar al mundo, levantando la voz para revelar el manifiesto trampantojo de una involución constante disfrazada de brillante avance. Literatura crítica en el más amplio sentido de la palabra.

En ese sentido, su ideario bordea en su libro «Los niños perdidos» la problemática de las fronteras como muros de ficción (cada vez más tangibles en el caso que más le toca a la autora de cerca entre México y EE.UU). Muros capaces de estigmatizar a los de un lado tras el único disfraz de la aporofobia. De la misma forma que idealizan a los del otro, los que habitan un lugar cómodo en el mundo solo por el hecho de ser, o quizás simplemente de no ser si somos malpensados.

La cuestión es emprender el viaje hacia lo humanístico de esas aristas de nuestros días, para sangrar en piel propia y empatizar por fin con otros, más allá de las asépticas noticias de televisión.

Pero además Valeria Luiselli también nos enfrasca en otros de sus libros en esa literatura fragmentada que trasiega cómodamente entre el extrañamiento de lo fantástico y lo real como si todo ocupara un mismo lugar estructurado desde la subjetividad de los protagonistas.

La vida, el amor, la familia, el aprendizaje o la muerte son impresiones siempre; descubrir el brillo trascendente de los polos tragicómicos de nuestra existencia es un fin narrativo para una Valeria arrebatadora en su forma de contar historias.

Top 3 novelas recomendadas de Valeria Luiselli

Desierto sonoro

Las road novel tiene ese punto especial de narración durante el viaje, cuando a sus personajes solo les queda esperar sentados mientras el mundo se mueve. La paradoja física se convierte en un inevitable parón en la vida de los protagonistas.

Despojados de los quehaceres cotidianos, somos capaces, de vez en cuando, de abrirnos y entre escenarios cambiantes, acabar por abrirnos a nosotros mismos o a los demás, con una verdad a veces desconcertante, incluso aterradora.Un matrimonio en plena crisis viaja en coche con sus dos hijos pequeños desde Nueva York hasta Arizona. Ambos son documentalistas y cada uno se concentra en un proyecto propio: él está tras los rastros de la última banda apache; ella busca documentar la diáspora de niños que llega a la frontera del país en busca de asilo.

Mientras el coche familiar atraviesa el vasto territorio norteamericano, los dos niños escuchan las conversaciones e historias de sus padres y a su manera confunden noticias de la crisis migratoria con la historia del genocidio de los pueblos originales de Norteamérica. En la imaginación de los niños, las historias de violencia y de resistencia política colisionan, entrelazándose en una aventura que es la historia de una familia, un país y un continente.

Desierto sonoro

Los ingrávidos

Se habla mucho de los creadores algo así como seres ingrávidos que se mueven a diferente ritmo que los demás, que observan cosas distintas a los demás desde privilegiados focos que incluso los ubican en otro plano.

Puede que simplemente sea una forma de idealización o de desconcierto de la medianía de las personas cuando descubrimos al genio que nos presenta el mundo transformado desde nuestras propias impresiones mutadas hacia ondas de intensidad inimaginable.Esta novela rescata a dos protagonistas perdidos en su ingravidez entre la trepidante vida común bajo el suelo, entre vagones de metro que levantan corrientes frenéticas y peronajes que se mueven borrosos, entrando y saliendo a la inalcanzable velocidad de lo cotidiano, ajeno a la vida.

¿Cuántas vidas y cuántas muertes son posibles en la existencia de una misma persona? Los ingrávidos es una novela sobre existencias fantasmales; una evocación, a la vez melancólica y llena de humor, sobre la imposibilidad del encuentro amoroso y el carácter irrevocable de la pérdida. Dos voces componen esta novela. La narradora, una mujer del México contemporáneo, relata sus años de juventud como editora en Nueva York, en los que el fantasma del poeta Gilberto Owen la perseguía por el metro. Ambos narradores se buscan en el espacio insondable de los trenes subterráneos, donde viajaban en sus respectivos pasados.

Los ingrávidos

La historia de mis dientes

Los proyectos vitales se dibujan sobre plano, como para que adquieran sentido y orden. El problema es que nadie es arquitecto de su propia vida. Porque la vida se rige desde movimientos mucho más erráticos e improvisados, arrasando con nuestras propias justificaciones, nuestras culpas y nuestros comportamientos. Por desgracia la tinta siempre queda ahí, trazando lo que se suponía que queríamos construir o lo que los demás entienden que pretendíamos levantar algún día.

Carretera no siempre fue este showman eminente. Antes de convertirse en subastador ejerció como vigilante en una fábrica de jugos durante muchos años, hasta que el ataque de pánico de una compañera de trabajo cambió su vida de manera irremediable. En el tránsito hacia su destino Carretera deberá enfrentarse a la ira de un hijo al que ha abandonado, llevar a cabo una subasta para ayudar a un cura a salvar su iglesia, y realizar a manera de gran performance final «La historia de mis Gustavos personales», una subasta alegórica.

La historia de mis dientes

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