Los 3 mejores libros de Eduardo Halfon

Nunca es fácil recoger el testigo. Pero quizás lo sea menos marcar el camino. Eduardo Halfon es el puntal de una literatura guatemalteca huérfana de otros grandes referentes actuales en la narrativa de ficción. Lógicamente no quiero decir que no haya escritores en Guatemala interesantes. Pero desde la generación más actual de los 70 en adelante, Eduardo es la cabeza más visible.

Además la determinación de la escritura como oficio viene más por la trascendencia popular, el éxito, unas ventas al fin y al cabo que encumbran hoy y dan autonomía al escritor de turno. Y en esas anda un Halfon traducido a diversos idiomas ya con una literatura trazada desde la brevedad de algún remoto cuento que parece ramificarse hacia mil horizontes.

Al final el empeño, la voluntad y el convencimiento sobre la calidad de su obra, hacen de Eduardo Halfon uno de esos narradores curtidos a base de bien, que saben perfectamente cómo contar la nueva historia de turno que les asalta con la pujanza de unas musas empeñadas en que sea él quien de testimonio de sus ocurrencias.

Historias ingeniosas, vivencias absoluta y extrañamente empáticas, existencialismo brillante desde la forma estética con sus recursos y tropos para trascender de la simple imagen al explosivo alboroto de las ideas. Un escritor siempre sugerente en su extensa bibliografía que tan pronto sintoniza con un referente para él tal que Sergio Ramírez, más ocupado de lo político y lo sociológico, como que se acerca a la ficción más propia de su generación.

Top 3 libros recomendados de Eduardo Halfon

Duelo

Los lazos fraternales sirven como primera referencia del espíritu contradictorio del ser humano. El amor de hermanos se entremezcla pronto con las disputas en torno a la identidad y los egos. Claro está que, a la larga, la búsqueda de esa identidad acaba entremezclándose entre aquellos que comparten origen directo de genes y un posible hogar común hasta llegar a la edad adulta.

Los misterios de esa relación personal entre mamíferos del mismo pecho abren el camino para una trama entre la realidad y la ficción, la que nos presenta este libro.

Queda claro que, con este título, también en el libro afrontamos la tragedia de la pérdida, pero el duelo no solo se ciñe a una posible desaparición de aquel con el que se comparte tantos años hacia la madurez. El duelo también se puede entender como la pérdida de un espacio, la concesión debida al hermano recién llegado. El amor compartido, los juguetes compartidos,

Quizás este libro sea uno de los primeros que trata el asunto de la fraternidad con una profundidad tremenda. Desde Caín y Abel hasta cualquier hermano recién llegado a este mundo. Desde los hermanos siempre bien avenidos hasta los ofuscados por un conflicto jamás superado y que ahoga el amor que realmente subyace en esta relación humana.

Lo más paradójico de todo es que, al final, un hermano conforma la identidad del otro. El equilibrio entre temperamentos y personalidades consigue el mágico efecto de la compensación. Los elementos compensados pueden más fácilmente cargar con pesos y avanzar entre ese equilibrio inestable que es vivir. Por eso, cuando se pierde un hermano el duelo supone la pérdida de uno mismo, de esa existencia forjada en compensación, entre recuerdos de un hogar, de una educación, de un aprendizaje conjunto.

Duelo, de Eduardo Halfon

Canción

Cierto es que Halfon tira mucho de síntesis. O acaso es simplemente una querencia por lo breve para que la sintetización se acompase con una noción más completa de las ideas a desarrollar hasta su justa medida. La cuestión es que en esa justa medida, en el vaso medio lleno de su literatura el trago alcanza la eficiencia de un catado fatal del veneno o la droga, de la cicuta que te lleva a su particular mundo al otro lado de todo. Y ya no puedes dejar de querer leer sus aventuras. Unos encuentros con el autor hecho propio protagonista tan sorprendido como tú de todo lo que acontece en este mundo loco.

Una fría mañana de enero de 1967, en plena guerra civil de Guatemala, un comerciante judío y libanés es secuestrado en un callejón sin salida de la capital. Nadie ignora que Guatemala es un país surrealista, había afirmado años antes. Un narrador llamado Eduardo Halfon tendrá que viajar a Japón, y revisitar su infancia en la Guatemala de los bélicos años setenta, y acudir a un misterioso encuentro en un bar oscuro y lumpen, para finalmente dilucidar los detalles de la vida y el secuestro de aquel hombre que también se llamaba Eduardo Halfon, y que era su abuelo.

En este nuevo eslabón de su fascinante proyecto literario, el autor guatemalteco se adentra en la brutal y compleja historia reciente de su país, en la cual resulta cada vez más difícil distinguir entre víctimas y verdugos. Se añade así una importante pieza a su sutil exploración sobre los orígenes y los mecanismos de la identidad con la que ha logrado construir un inconfundible universo literario.

Canción, de Eduardo Halfon

El boxeador polaco

Como toda obra de singular factura (por llamarlo de alguna forma), este libro tiene varias lecturas, interpretaciones y dispares valoraciones. Desde quien la considera obra maestra como quien la termina con ese sabor desconcertante del desencuentro. Quizás sea cosa de encontrar el momento perfecto para leerla, porque da la sensación de que Halfon trazó en esta suma de vistazos al mundo mucho de lo que después se extendería en el resto de su obra.

Un abuelo polaco cuenta por primera vez la historia secreta del número que lleva tatuado en el antebrazo. Un pianista serbio añora su identidad prohibida. Un joven indígena maya está desgarrado entre sus estudios, sus obligaciones familiares y su amor por la poesía. Una hippie israelí anhela respuestas y experiencias alucinógenas en Antigua Guatemala.

Un viejo académico reivindica la importancia del humor. Todos ellos, seducidos por algo que está más allá de la razón, buscan lo hermoso y lo efímero a través de la música, las historias, la poesía, lo erótico, el humor o el silencio, mientras un narrador −profesor universitario y escritor guatemalteco también llamado Eduardo Halfon− empieza a rastrear las huellas de su personaje más enigmático: él mismo.

El boxeador polaco
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