Es curioso el viaje de ida y vuelta que representa el pseudónimo Yasmina Kadra en el mundo de la literatura. Lo digo porque no hace tanto que muchas mujeres de todo el mundo adoptaban un pseudónimo masculino para asegurarse un mejor recibimiento general de su obra. Y sin embargo, allá por 1989, un escritor argelino como Mohammed Moulessehoul hizo la operación inversa.
Para poder escribir sorteando las limitaciones de su desempeño militar y cualesquiera otros filtros, este escritor encontró en Yasmina Khadra ese icono de mujer escritora, capaz de narrar con libertad, como pocos hombres de la condición y entorno de Moulessehoul podrían hacer.
Y es que Moulessehoul, o mejor dicho el escritor liberado en la figura de Yasmina Khadra, tenía tanto que decir una vez descargado de pesados lastres y entregándose a la libertad creativa, que su bibliografía acabó ganando con esa autenticidad que, curiosamente, acaban encontrando algunos autores con el parapeto de otro nombre.
Top 3 novelas recomendadas de Yasmina Khadra
Dios no vive en La Habana
La Habana era una ciudad donde nada parecía cambiar, salvo las personas que iban y venían en el natural curso de la vida. Una ciudad como anclada en las agujas del tiempo, como sometida a la cadencia melosa de su música tradicional. Y ahí se movía como pez en el agua Juan Del Monte, con sus sempiternos conciertos en el café Buena Vista.
Don Fuego, llamado así por capacidad de encender a la clientela con su voz dulce y grave, descubre un día que la ciudad parece de repente empeñada en cambiar, en dejar de ser siempre la misma, en dejar de mantener al tiempo atrapado entre sus casas coloniales, sus bodegas cantinas y sus vehículos del siglo XX. Todo ocurre pausadamente en La Habana, incluso la tristeza y la desesperación. Don Fuego se ve desplazado a la calle, sin nuevas oportunidades para cantar salvo para sus nuevos compañeros de miseria. Hasta que conoce a Mayensi. Don Fuego se sabe viejo, más que nunca ahora que se encuentra repudiado en la calle.
Pero Mayensi es una chica joven que lo despierta de su letargo provocado por las circunstancias. La chica busca una oportunidad y él quiere ayudarla. Juan del Monte siente de nuevo su fuego renacer…Pero Mayensi tiene sus particulares aristas, los recovecos donde alberga los secretos de su personalidad errante. Don Fuego y ella nos conducirán por las calles empedradas de La Habana, entre la luz del Caribe y las sombras de una Cuba en transición. Una historia de sueños y anhelos, de contrastes entre el sentir de una música vitalista y las sombras de unos habitantes que ahogan sus tristezas bajo las límpidas aguas azules del océano.
Trilogía de Argel
Aprovechando el volumen final que concentra las más controvertidas y valoradas obras del primer Khadra, tiramos también de recurso para señalar este compendio como una obra única desde las sombras más oscuras del Argel de los 90.
Porque por aquel entonces Khadra firmaba mientras que el comandante Moulessehoul era el encargado de escribir estas novelas con inspiración negra pero que finalmente entroncaban como ninguna otra trama en el mundo con las lúgubres conexiones de poder, integrismo y esa suerte de hampa ultrarreligiosa capaz de todo por mantener su primacía ideológica, como toda religión se ocupa de hacer en una sociedad que aún no es libre. El comisario Llob nos conducirá por viejas calles y zocos en busca de criminales. Solo su instinto y su humor ácido consiguen que sobreviva en sus encontronazos más directos contra muros levantados con firmes sillares de miedo y odio.
La deshonra de Sarah Ikker
Parece que la trilogía de Argel también se puede extender a un Marruecos actual en el que Khadra ubica esta nueva trama de su particular revisión del género negro extendido hacia aspectos humanos y culturales.
Porque la pareja felizmente casada de Driss Ikker y Sarah (de nombre occidentalizado pero hija de un policía marroquí) apunta pronto a algún tipo de nubarrón que lo desestabilizará todo. No hay más que arrancar tras leer el título de la novela para asumirlo. Un doble, triple o incontable ultraje acaba adivinándose en cuanto vemos a Sarah atada a la cama. Driss la descubre junto a nosotros lectores en esa situación comprometida, pero antes de poder ponerse alerta es atacado y golpeado.
Todo acaba mal, muy mal. Cuando Driss recupera el conocimiento lo peor ha llegado a ocurrir sobre el cuerpo y alma de Sarah. Y como todo buen amante, esposo o incluso amigo, el deseo de vengar a Sarah le hace a Driss hervir la sangre. Su persecución intempestiva no anuncia nada bueno que pueda aliviar, mejorar o arreglar lo ocurrido.
De hecho ninguna venganza lo consigue nunca. Solo que en esta ocasión todo puede ir a peor, a mucho peor, hasta el límite de considerar que la culpa de todo puede acabar derramándose sobre el marido apenado y ultrajado. Y eso lo descubrimos con la extraña complejidad de las connotaciones culturales, consuetudinarias, religiosas y extrañamente humanas, al fin y al cabo.