La psicología supone la mayor parte del éxito en el género negro. Y el Toni Hill escritor ya parte con la formación académica al respecto. Podemos estar acercándonos al asesino, a la potencial víctima o al investigador, la cuestión es sintonizar con ese dial del miedo, del desasosiego, de la intriga por el devenir de las circunstancias. Solo cuando los personajes somos nosotros mismos trasmutados de piel, se consigue ese efecto de máxima tensión en este tipo de novelas. Todo esto lo aplican a la perfección los grandes escritores de thriller, misterio o terror, con Stephen King encabezando el ranking.
Toni Hill es un alumno aventajado en estas lides de la introspección en los personajes, en su naturalización dentro de la trama para conseguir ese efecto más allá de la verosimilitud en la caracterización: el realismo.
La intriga es más un efecto de dentro hacia afuera que lo contrario. El escenario más inquietante de partida puede desinflarse si los personajes que lo habitan no parten con esa fuerza de lo creible, esa empatía llegada desde la oscuridad de nuestras pulsiones enfrentadas a lo oscuro y siniestro, a lo inquietante e inesperado.
Desde que saliera El verano de los juguetes muertos, allá por 2011, Toni Hill ha ido componiendo una bibliografía de género negro que recae casi siempre sobre los hombros del inspector Hector Salgado, enfrentado a homicidios de toda guisa que en muchas ocasiones tejen sus redes entre los escenarios del poder en el que el medro parece justificarlo todo.
Pero más allá del impacable y atormentado Héctor Salgado, Hill también aborda novelas independientes cargadas de una similar tensión visitando nuevos escenarios y argumentos con saltos en el tiempo y oscilaciones hacia el terror o el misterio.
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Tigres de cristal
El homicidio como hipérbole de la culpa y el remordimiento. La idea del mal presentada de forma en que cualquiera podemos empatizar en mayor grado. Hay ciertas cosas de nuestro pasado que nos pueden exponer a la idea de un gran riesgo corrido o de algo ciertamente mal hecho. Y la idea de una víctima mortal entre la vorágine de la juventud apunta a ese mimetismo esencial con la especie humana.
Si además de una propuesta interesante en este aspecto de sintonía elemental con la culpa, se construye una historia que ahonda en los enigmas, secretos y misterios de otros tiempos, revisitados desde la persectiva de sus conocedores mucho tiempo después, se acaba conformando una novela interesante que, hilvanada con la sabia tensión narrativa del autor, termina por conducirnos por una lectura apasionante.
En Tigres de cristal, un título con evocaciones a extrañamiento o a aspectos oníricos, conocemos a dos chavales de los extrarradios de Barcelona, donde la ciudad condal fue recibiendo a inmigrantes de aquí y de allá desde los años 60. O más bien conocemos a los dos personajes que fueron aquellos niños, solo que con tres décadas de diferencia.
El paso del tiempo, sobre todo cuando ese lapso supone el abandono de la infancia y el afianzamiento en la madurez, siempre aporta una noción extraña de la vida. Lo que se fue en la infancia, lo que se hizo en aquellos años parece un sueño lejano evocado por detalles que se rescatan como brillantes momentos.
Pero lo que tienen que compartir los dos viejos compañeros de colegio queda eclipsado por lo que tienen que ocultar. Si hay un momento almacenado en la memoria de ambos, ese es aquella noche de invierno de 1978.
La muerte tuvo un papel estelar, inesperado, un cameo en el guión de sus vidas que acabaría por marcarlos para siempre, por mucho que se empeñen en hacer ahora de ello un mal sueño.
Entre la actualidad y los años 70, nos vamos moviendo por las calles de Cornellá, como un montaje literario que sobrepone una luz saturada a las viejas fotos en blanco y negro. Solo que de la luz actual encuentra también sus zonas de sombras. La vida siempre es una cuenta pendiente y, para los protagonistas de esta historia, necesita una liquidación final.
El verano de los juguetes muertos
El nacimiento de un nuevo héroe del género negro siempre es momento de celebración. En esta novela recuperamos ese gusto por lo policíaco de los grandes clásicos barceloneses como Vázquez Montalban o González Ledesma.
Claro está que pasados por el tamiz de un imaginario actualizado en cuanto a la realidad social de nuestros días. La cuestión es que el aspecto crítico con las esferas de poder regresa como fundamento para construir una trama oscura y oscurecedora sobre aspectos de nuestra realidad presentados con su naturaleza inquietante.
Héctor Salgado se encuentra en esa sensación de abandono tras el terremoto emocional de una separación. Quizás el peor momento para exponerse ante un caso que puede acabar enroscándosele como una serpiente de mortal veneno.
Porque la muerte de una chaval apunta únicamente a un mero cierre forense pero acaba por apuntar a algo mucho más grave que nace ya desde los lazos de la propia familia del joven. Todo se va enrareciendo, ubicando a Salgado en la picota.
Y el buen inspector no puede dar un paso en falso que pueda acabar con todo. Una historia que quizás no aporte grandes novedades argumentales y que, sin embargo, como opera prima, descubría un poderoso virtuosismo en esa vertiente psicológica de las grandes obras de género.
Los ángeles de hielo
Y después de ahondar en la vida y obra de Héctor Salgado durante toda una trilogía, llegó esta novela que hacía borrón y cuenta nueva. Con una cierta inspiración a lo Ruiz Zafón, el gran narrador de misterio también barcelonés.
Porque la Barcelona de 1916 se nos presenta bajo un prisma novedoso de este autor con esa evocación en transición entre las últimas pinceladas decimonónicas y el despertar de un siglo XX que dibujaba una Barcelona hacia el más abierto modernismo en una España neutral para la primera Gran Guerra.
En este escenario suspendido en la frontera de las atrocidades del conflicto europeo conocemos a Frederic Mayol, cuyo destino lo guía hasta las afueras de Barcelona para trabajar en un sanatorio donde están recluídos los enfermos mentales de antaño.
El sanatorio en sí parece sacado de una película de terror de Tim Burton. Y pese a lo animoso de un Frederic que parece sentirse liberado por visitar aquel pacífico lugar con vistas al Mediterráneo, poco a poco la realidad va generando las sombras propias de aquel espacio saturado de luz. La belleza del sanatorio parece inapropiado para ese fin en el que se encerraban a esa clase de apestados del momento que eran los enfermos mentales.
Pero claro está que, precisamente por su leyenda oscura, el edificio terminó asignado para tal fin. Investigando sobre la historia del caserón, Frederic conoce a Blanca, exalumna y entre ellos se despierta ese extraño magnetismo entre el amor romántico y el desasosiego por la propia naturaleza de esa chica que viviera el atroz incendio ocurrido hace años en el lugar. Fundamentos que se van entrelazando para acabar componiendo una trama en la que su giro final nos cierra la respiración.
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El último verdugo
El castigo más allá de la justicia. El garrote vil que España aún conoció desde 1820 hasta 1974. Un desquiciado nostálgico de aquellos medios entre lo maquiavélico y lo demencial.
Aunque parezca imposible, un asesino en serie está ajusticiando a sus víctimas con un garrote vil, el mismo instrumento usado por los verdugos siglos atrás y considerado la máquina de matar más cruel jamás construida.
¿Por qué recurre a un método tan macabro? ¿Qué tienen en común los muertos? ¿Por qué elige lugares especiales de Barcelona para abandonar los cuerpos como si la ciudad fuera una parte importante de su mensaje?
Cuando la doctora Lena Mayoral, una prestigiosa criminalista con un pasado turbulento, recibe el encargo urgente de bucear en la mente del psicópata, no puede imaginar hasta qué punto se complicará la investigación ni los peligros que a los que tendrá que enfrentarse. Mientras aumenta el número de cadáveres, y bajo una creciente presión mediática, Lena se irá obsesionando con un asesino que, cada vez más, parece estar jugando con ella una partida a vida o muerte.
Hola, acabo de leer EL ÚLTIMO VERDUGO y no sé en que momento habré estado en el limbo o no recuerdo que le pasa al personaje de Thomas. Recuerdo que muere la madre y cuando estaba en la universidad muere el padre en accidente, pero no he sacado nada en claro la trayectoria de Tommy. Espero que alguien me lo aclare.
Un saludo