En Nickolas Butler encontramos a uno de esos narradores del existencialismo más aferrado a las circunstancias, a la vida, a la acción del paso del tiempo, a los instantes transformadores… Esa magia que va componiendo nuestro presente y que en lo literario adquiere un valor de espejo que nos emociona cuando el autor es capaz de esbozar nuestro vivo reflejo.
Butler estudia y analiza a sus personajes, nos los ofrece con sus aristas más completas para despertar de una u otra manera esa empatía que nos hace conectar de inmediato con los avatares; con el nudo de la historia; con los aspectos del perdedor de turno o del triunfante protagonista que disfruta de la consustancial irrelevancia del éxito.
Siempre pivotando en torno a esas circunstancias vitales que marcan decisiones y que pueden escribir destinos prósperos o salpicados de oscuras culpas, fracasos, fobias o muchas otras derivadas.
La bibliografía de Nickolas Butler todavía no es muy extensa. Pero sus lectores de todo el mundo ya esperamos que se prodigue en nuevas historias.
Top 3 novelas recomendadas de Nickolas Butler
Canciones de amor a quemarropa
Hay un curioso argumento recurrente para escritores o cineastas de cualquier lugar, en el que los reencuentros entre amigos sirven a lo disruptivo, al giro del destino, a un aroma a cambio trascendental o un tufo a secretos enterrados. Y el lector pronto lo puede adivinar desde los abrazos efusivos del reencuentro vital.
Creo que los autores lo hacen sabiendo que el privilegio de poder analizar toda una vida o todas las vidas de los protagonistas en una sola novela ofrece una perspectiva casi mesiánica. Como si los lectores fuéramos los dioses que saben y gobiernan sobre destinos completos.
Pero claro, después está el ingenio del narrador para plantear los giros, para ofrecer ese vistazo fascinante al camino emprendido por cada personaje que nos evoca a nuestras propias vidas y nuestras propias decisiones. En este caso Henry, Kip, Ronny y Lee se reencuentran en Little Wing, un pequeño lugar sin más historia para que los protas brillen más todavía en la narración.
Cada uno de los cuatro chicos anduvo sus vidas en ese equilibrio entre imperativos, deseos y circunstancias. La cuestión a veces es demostrar cuánto de acierto ha tenido nuestro camino emprendido. La boda que los ha juntado tanto tiempo después es un escenario perfecto para refrescar vivencias colmadas por el alcohol.
Pero precisamente así, desinhibidos, empiezan riendo y acaban introduciéndose en zonas más umbrías de su pasado en común. Cuatro viejos amigos y cuatro destinos bien dispares en torno a la música, los negocios, la bohemia y el arraigo invencible. Un cóctel fantástico para enfrentarnos a la vida con todas sus luces y sus sombras.
El corazón de los hombres
Cuando alguien como Nickolas Butler se lanzó a escribir una de esas historias vitales, en las que conocemos a los personajes desde su tierna infancia hasta su madurez plena, corría un natural riesgo de caer en lo naif en lo que a la primera narración de las edades infantiles respecta.
Pero lo cierto es que conocer al meticuloso Nelson, tan perfeccionista que resulta estridente y repelente para casi todos los demás chicos, y a Jonathan quien debiera ser su antagonista por su halo de popularidad y admiración, resulta emotivo sin sentimentalismos fáciles.
Ambos comparten campamento de verano y desde sus posiciones polarizadas en cuanto a status acaban encontrando el magnetismo propio de lo opuesto. Tal vez al principio tan sólo se cuestión de misericordia por parte de Jonathan, pero lo que resulta al final trasciende a ese primer acercamiento al pequeño ser humillado por parte de un pequeño dios de la infancia.
Aquel verano de 1962 derivó en una casualidad y en la amistad. Crecer es un poco renegar de lo que fuiste, de lo que pensaste y de lo que esperabas llegar a ser. El futuro de los chicos se nos va presentando con sus aristas, con sus momentos de extremo desencanto, con la violencia de las contradicciones y la ruptura de las defensas con las que consigues sobrevivir a esa negación del niño que fuiste.
Desde Nelson y Jonathan la vida sigue extendiéndose enigmáticamente hacia nuevas generaciones… Abandonamos el siglo XX y alcanzamos el siglo XXI. Nuevas perspectivas según la vida va abriendo nuevos caminos. Y siempre, subrepticiamente, tanto en lo vital como en lo meramente narrativo, se va moviendo el hilo de la amistad, de esa ilusión que en la infancia fue plena y a la que siempre quisiéramos volver…
Algo en lo que creer
En esta tercera novela de Butler nos adentramos en escenarios ya vistos de Wisconsin. Solo que en esta ocasión pasan a ser algo más que ubicaciones conocidas por el autor. En este libro hay algo de telúrico, de fusión con la tierra desde una paisajística abordada con mayor profundidad para esta trama.
Será porque en esta ocasión nos adentramos en relaciones mucho más intensas que la amistad, las raices de la familia. Así, la novela se desdobla por momentos entre el interior de la granja donde vive esta familia y el extenso territorio, como alegoría de los equilibrios imposibles entre arraigo y ambiciones humanas por nuevos destinos.
Lyle Hovde y Peg, su esposa, reciben con los brazos abiertos a la hija pródiga Shiloh. Junto a ella por fin pueden recibir al nuevo miembro de seis años el pequeño Isaac. En la gran felicidad que va ocupando las almas de los abuelos, también hay una oscura sensación de añoranza por el hijo perdido del propio Lyle…
Para colmo, la nueva relación de Shiloh con un predicador enerva a su padre que tiene que sostenerse para no volver a cometer viejos errores que lo alejaron de su hija en la adolescencia. Pero el charlatán de Steve, con su religión para creyentes desesperados empieza a conducir a su hija por derroteros inesperados e incluso el pequeño Isaac puede estar en peligro. La cuestión es cómo Lyle y Peg puedan afrontar un gran dilema sin que todo salte por los aires…
