Los 3 mejores libros de Luisa Valenzuela

La más elegante sofisticación formal no es óbice para una construcción paralela de ingeniosas tramas. Por más que muchos otros autores se empeñen en contradecir esta idea equilibrada de la literatura. Por eso el caso de la argentina Luisa Valenzuela, reconocida en todo el mundo, invita a seguir en la fe de que escribir no tiene por qué ser erudición o mero entretenimiento como valores únicos y antagónicos de la gran literatura o la literatura comercial.

En este gusto por la síntesis, Valenzuela tira de un gusto vanguardista en forma y fondo, huyendo hacia adelante de posibles etiquetados y posibilitando esa confluencia en su bibliografía de una poderosa ambivalencia lectora. Novelas y relatos que ofrecen nuevas armonías con las que acompasar realidades que siempre transcurren en paralelo con nuestro mundo. Personajes expuestos a devenir tan inexplicables como próximos a nuestra evolución en última instancia.

Con Luisa Valenzuela leer es descubrimiento y paciente sensación de apertura a nuevos focos. En su vertiente de ficción cualquiera de sus tramas siempre aporta esa noción fresca de quien dispone de argumentos como traídos de musas de lo prosaico. En su faceta ensayística no la tengo tan ubicada, pero seguro que será algún gran descubrimiento más adelante.

Top 3 novelas recomendadas de Luisa Valenzuela

El Mañana

Todo escritor llamado a la exploración y a la vanguardia afronta en algún momento la tarea de someterse al género de la ciencia ficción. Seguramente más hacia una vertiente sociológica si se quiere, con sus distopías y demás, pero ciencia ficción al fin y al cabo porque el futuro es siempre el fértil espacio donde proyectar literatura del porvenir, de mundos paralelos, de lo que sea que se precise para levantar el constructo mental de turno.

La acción transcurre en un futuro indefinido e imperfecto, donde el encierro domiciliario, cubrirse el rostro con velos o comunicarse mediante pantallas son parte de la normalidad vigente. Dieciocho escritoras a bordo del navío El Mañana son secuestradas por un grupo comando, privadas de sus experiencias y de sus palabras: borradas en un instante del universo literario.

¿Por qué es tan importante silenciarlas? ¿Hay un lenguaje exclusivo de ellas? ¿A qué le temen los que están en el poder? Los agentes del orden han destruido toda la obra de Elisa Algarañaz, la han arrancado de su biblioteca y la han confinado a una habitación, sola con su computadora portátil, la cual revisan semanalmente para luego borrar todo su contenido. En ese contexto, ella intentará responder a sus preguntas y junto a Esteban Clemente y Omar Katvani –un hacker y un traductor–, se embarcará en una historia de amor, delirio, conspiraciones y peligros cuyo puerto puede ser una respuesta imposible.

Una novela que surca los ríos del lenguaje hacia el origen de la creación. Que indaga sobre la identidad y el poder que pueden ejercer las personas a través de las palabras. Que combina la redención del humor con la agudeza de la reflexión. Y que anticipa la violenta reacción frente al empoderamiento femenino irrefrenable de los últimos años. Una obra culmen en la trayectoria de Luisa Valenzuela.

El Mañana, de Luisa Valenzuela

El chiste de Dios

Hay relatos y cuentos que en realidad son propuestas novelísticas, invitaciones al lector a seguir hilvanando tramas deconstruidas, fragmentadas o simplemente inconclusas adrede. La cuestión es cerrar cada capítulo con ese camino tentador que no se elige. Y el asunto resulta metalingüístico en cuanto al alcance de esos motivos del escritor, ese esquema de la potencial narración que nunca llega a ser en favor de otra que sí finalmente ocurre. Luisa Valenzuela juega con todos esos supuestos en uno de sus cócteles más interesantes.

El chiste de Dios nos propone el desafío de intuir hacia dónde van sus personajes, por qué registros devienen las historias, cuáles son los debates entre la figura del narrador, el autor y sus protagonistas. Como si se tratara de una partida de dados en la cual el azar por instantes incide y por instantes cede espacio a la trama, Luisa Valenzuela sobrevuela los intervalos de la imaginación (dando un rodeo a las expectativas preconcebidas) para invitar a su aventurado baile con el lenguaje: ahí donde el lenguaje es factible de hacer striptease con las letras, sin olvidar el valor del sentido y del sin sentido. Pura invención documentada, porque si algo caracteriza a nuestra autora es su capacidad de cernir los tonos del fuego y esparcirlos en esa ocurrente amalgama, mitad ficción, mitad “realidad” de una narrativa inigualable.

El chiste de Dios

La travesía

Toda aventura tiene su travesía. Porque aventurarse no es recorrer senderos ya marcados sino marcar esa propia travesía que puede estar plagada de obstáculos, inconvenientes e imprevistos pero que al final supone el ejercicio de la máxima libertad. La evolución sexual de cada cual también es esa travesía por descubrir, si es que ciertamente se está dispuesto a ser libre en este asunto…

La travesía produce el efecto de lanzarse por un tobogán a oscuras: imposible no sentir la emoción de la ruta y la de no saber por dónde irá y dónde terminará. En esta novela «Hay también un erotismo explícito y desenfadado, que conjuga la imaginación con el crudo sexo, lo femenino del deseo con la genitalidad masculina, mezclando ingredientes que hacen del goce de los sentidos una experiencia límite y única donde se funden las fronteras entre el afuera y el adentro, a la mejor manera de la iniciación sagrada.»

La travesía, de Luisa Valenzuela
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