Los 3 mejores libros de Juan del Val

La creatividad, el negocio y una pizca de transgresión (siempre ciñéndome al mundillo de los libros y sus tramas, aunque también extendido en ocasiones a los medios de comunicación), le vino de corrido a Juan del Val en su particular matrimonio con la presentadora Nuria Roca.

Pero desde ese punto de despegue (materializado incluso en sus primeros libros en colaboración con su mujer), Juan del Val ha sabido abrirse paso en el mercado editorial con novelas marcadas por ese sello vital de lo intenso, con un protagonismo habitualmente femenino que nace en parte de la fascinación del autor por el universo femenino.

Amores y desamores, existencialismo de supervivencia, pasiones y un sabor a conquista constante. Novelar los avatares de una mujer parece, en manos de Juan del Val, una epopeya moderna. Nada más legendario que esa conquista diaria versión femenina.

Pero más allá de ese papel icónico de los personajes femeninos, las tramas de este autor nos invitan a una crónica de nuestros días, con ese deje de filosofía de lo cotidiano, de costumbrismo de una época actual que hace añicos la costumbre y que muestra como cada cual tira para adelante con sus miserias, sus secretos, sus pasiones y sueños con el horizonte difuso de la felicidad. Un horizonte tan utópico y distante como fulgurante en los pocos momentos que permite el acercamiento entre tantas distracciones.

Top 3 novelas recomendadas de Juan del Val

Delparaíso

Sin duda la obra más elaborada y consecuentemente mejor conseguida de un autor que ha sabido ir elevando ese imaginario de lo cotidiano hacia un realismo auténtico que extrae vísceras de nuestras parcelas más íntimas. Una trama por momentos con sus ecos a un American Beauty mezclado con el Show de Truman y traído finalmente a España para caracterizar de la idiosincrasia propia a todo ese teatro del absurdo que es la vida misma.

Nada mejor que una buena urbanización de lujo para acabar despertando esos contrastes de la miseria más inmunda que quizás nunca habite en la peor barriada del extrarradio. Tan solo es cuestión de conseguir desplazarnos a ese otro lado, más allá de las ventanas donde transcurre lo cierto sin el disfraz de las conveniencias y las convenciones…

La idea de un microcosmos como reflejo de una sociedad general a escala adquiere en esta novela ese crisol donde todos somos reconocibles, los que se mueven en nuestro entorno y nosotros mismos. Porque los ricos que viven en Delparaíso siguen teniendo esos mismos anhelos del medro de una clase media, solo que potenciados al verse a las puertas del éxito total, alimentando una ambición monstruosa al amparo del artificio consumista. Capaces al final de odiar al prójimo casí más de lo que se acaban despreciando a sí mismos.

Delparaíso es un lugar seguro, vigilado las 24 horas, lujoso e inexpugnable. Sin embargo, sus muros no protegen del miedo, del amor, de la tristeza, del deseo y de la muerte. ¿Acaso tiene sentido protegerse de la vida?

Candela

Nada más hincarle el diente a esta trama se intuye ese protagonismo femenino que se desprende hasta del nombre elegido para la protagonista hecho título, reforzando ya de entrada la personalidad de esta mujer hecha universo narrativo.

Lo de la igualdad es un tema que se pretende alcanzar por arriba pero que también es interesante tratar por debajo. Y ahí la literatura e historias como esta tienen un vasto espacio que conquistar.

Me refiero a la imagen del protagonista con tintes de perdedor, casi de antagonista de sí mismo. Un estereotipo casi siempre masculino en el que la fatalidad ronda como mezcla de infaustas circunstancias, de mala suerte o de decisión destructiva del personaje de turno.

La aparición de Candela como emblema de la perdedora consigue esa sensación de que el fracaso también es de todos, de hombre y de mujeres.

Y desde ese fracaso, desde esa sensación de la vida como una apuesta perdida siempre pueden acabar surgiendo historias épicas, transgresoras, empáticas para todos y cada uno de nosotros, independientemente del sexo, con nuestras batallas perdidas sobre las que no nos queda otra que remontar.Así que conocer a Candela en medio de su turbia realidad, de un empleo que desprecia como camarera y en el que sirve de mesa en mesa su maravilloso humor de perros, acaba resultando en parte reconciliador.

Candela de vuelta de todo a los cuarenta y tantos. Con ese derrotismo de donde tantas veces emergió la creatividad de la melancolía; la magia de las noches en submundos; y la remota esperanza de algún amanecer mejor, versión femenina.

Parece mentira

Juan del Val se ha dado el gustazo de reencontrase con el que fue. Otro él de no hace tanto tiempo, de no hace tantas costumbres y vicios, de no hace tantos años. Toda intención de autobiografía se convierte en parte en una vida novelada.

La memoria, en su parcela más personal, es lo que tiene, magnifica o reduce al absurdo, ensalza u olvida, deforma o transforma. La llamada memoria a largo plazo edifica nuestra identidad en base a una vida de marcados contrastes entre los buenos y los malos momentos.

Así que confesar abiertamente, como hizo el autor que esta es la novela de su vida bajo el nombre de otro protagonista es, en sí mismo un acto de autenticidad. No quiero decir que lo que se nos transmite en una autobiografía “estándar” sea falso, se trata más bien de la perspectiva propia sobre una objetividad jamás alcanzada. Juan del Val fue ese típico chico que nadaba entre las intempestivas aguas del nihilismo o la rebeldía, según momentos, algo que nos ha pasado a muchos de los que fuimos jovenes hace no tanto tiempo (en algunos casos más que en otros 🙂.

Pero lo que aporta este encuentro con el chico que fue el autor es la intensidad. Desde la adolescencia hasta ese primer ataque de responsabilidad (llámalo trabajo, llámalo simplemente despertar de la madurez), todo transcurre de manera intensa.

Y la vida, como ya anunciaba el poeta, es un tesoro, un valiosísimo bagaje de emociones y sensaciones acopiadas más que nunca durante la juventud. Como ocurré en la reciente novela La mirada de los peces de Sergio del Molino, la narración de una juventud de las determinadas como difíciles puede derivar en una persona sabia en vivencias y preparada para todo lo que tenga que llegar.

Más que nada porque sobrevivirse a sí mismo, cuando uno hace de la autodestrucción compañera ocasional, no siempre es fácil. Y al final, siempre sorprende el humor de los supervivientes, acompasado por una especie de orquesta como la del Titanic, empeñada en seguir haciendo música siempre, buscando la sinfonía adecuada incluso para la inexorable perdición.

Probablemente sonrían más las personas que han pasado la juventud como funambulistas. Sabiendo que la han exprimido sin agotarse en ella. Este libro es un buen ejemplo.

Otros libros de Juan del Val…

Bocabesada

Buscando la complicidad de las analogías con la realidad, Juan del Val tira de guion hacia esa visión del cine como metacine que absorbe vida para toda suerte de transformaciones, de idas y vueltas de aquí para allá. Convertido en un vertiginoso narrador de la actualidad, del Val consigue perfilar los detalles más inadvertidos de la vida real para acabar por trazar esos atávicos anhelos humanos entre la trascendencia del éxito y la felicidad. Con todos los sobresaltos que la tarea puede acarrear.

Por sus páginas aparecen un colaborador televisivo atractivo e inteligente (aunque sus características más importantes sean menos evidentes), autor de éxito en crisis y a la fuga; un matrimonio que ve que sobre sus más de cincuenta años compartidos se cierne la sombra del alzheimer; una mujer joven, inteligente y capaz, aprisionada por el peso de sus errores; una actriz hecha a sí misma que mataría por el papel de su vida, aunque solo tuviera tres frases…

Una auténtica constelación de personajes cuyo nexo de unión (aunque muchos de ellos ni alcancen a sospecharlo), es una productora audiovisual en la que está a punto de producirse un giro de guion absolutamente inesperado.

Bocabesada, Juan del Val

Lo inevitable del amor

Hay palabras con sabor a fin. Inevitable, irreversible, inapelable. El amor es inevitable, versión de esta novela, como la deuda vencida que siempre reclama su pago. En las apariencias por las que se mueve la arquitecto María Puente parece que los rescoldos del pasado pueden quedar cubiertos por las cenizas del paso del tiempo.

Pero al pisar fuerte sobre este tiempo de la vida, María se acaba quemando y debe tomar cartas para curar esa ampolla que impide el volver a caminar. Una extensa metáfora para abordar una historia sobre las idílicas construcciones familiares y los contrapesos internos que pueden acabar cediendo.

En el éxito de su trabajo, en la perfecta estructura de su familia con su marido e hijas se mueve desde el primer momento la sombra de la duda, el acecho del infortunio que trata de buscar su resarcimiento entre tanta felicidad superficial.

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