Vamos allá con el alumno más aventajado de Freud. Y quien seguramente lo sobrepasó en sus capacidades comunicativas evidenciadas en tantos buenos libros. Me refiero por supuesto a Erich Fromm. Un autor que, a través de sus ensayos y con profunda voluntad divulgadora, facilitó, y aún hoy facilita, la oportunidad de acercarse a lo que de esencialmente tienen de humano la filosofía y la psicología. Porque en esta dupla reside todo.
En nuestra filosofía vital ajustada más o menos a los patrones se asienta la psicología. Y este lugar compartido de nuestra conciencia es un espacio muy fértil para ideologías, tendencias, modas y cualesquiera otras forma de ocupación externa.
Así que leer muchos de las grandes obras de Fromm, con esa vigencia del humanismo extendido a todo momento como salvaguarda frente a la alienación, supone un ejercicio de voluntad de conocimiento de la realidad y el trampantojo, de la consciencia y la distorsión llegada como ruido externo. Lo mejor de todo es el lenguaje aplicado en sus libros, un perfecto equilibrio entre terminología y significado o traducción a lo cotidiano.
Firme creyente de los postulados de Marx como sistema ideal de organización social frente al recalcitrante individualismo buscado por el autoritarismo disfrazado de capitalismo.
Compatibilizando estas premisas socialistas iniciales (nada que ver con el comunismo autoritario) con el psicoanálisis como disciplina capaz de abordar la otra parte fundamental de toda sociedad: el indivíduo, su obra finalmente abunda en un idealismo tachado de buenista en muchas ocasiones.
Pero, considerado friamente, el único conjunto capaz de equilibrar un mundo que, como siempre apuntaba el autor, no deja de crecer en el desequilibrio, la injusticia, la indiferencia y la única perspectiva del ego inflado desde la noción del acopio material.
Así, leer hoy a Fromm es insistir en esa contracorriente, en esa búsqueda real de las bases de una felicidad que si bien puede ser un mero horizonte difuso, nunca tiene que ver con la satisfacción material del ego que, conceptualmente es un ideal vacío.
Top 3 libros recomendados de Erich Fromm
El arte de amar
En su vertiente más humanista, Fromm se entregó a la redacción de este libro sobre los fundamentos del amor. Al terminar un libro así no queda otra que acercarse al pensamiento crítico de lo que hoy entendemos por amor.
Si los que etiquetan el amor convencional, regular o extendido en el tiempo como otra cosa, deberán estar de acuerdo en que ese amor entendido como contrapartida en el más intenso enamoramiento, no es tan real cuando pasado poco tiempo se desvanece.
Si desaparecen las emociones sobre la otra persona es como si nunca hubiera existido ese amor. Y entonces todo el tiempo dedicado a éste, será tiempo perdido.
Además el amor se prolonga a lo fraternal, a lo paternal, a lo ideológico. Un amor entregado tan solo a lo contingente, a lo casual, a lo efímero no acompasa el tiempo vivido con el peso de lo fundamental… No es que el autor pretenda explicar lo que es o no el amor o cómo amar de manera certera.
Pero está claro que lo que perdura pese a todo es una demostración mayor de amor, de cesión de esa parte de vida que en el amor más egoista solo es cuestión de disfrute propio proyectado falsamente tras la celosía de la pasión. Cuestión de leer, sopesar y replantearse muchas cosas sin los prejuicios de que otra noción deba estar equivocada por consideraciones propias.
El miedo a la libertad
El libro más sociológico, su primera gran obra de pensamiento cuando el autor ya rondaba los 40 años. Porque esa es una edad que, como se puede interpretar del apunte de Dante Alighieri: «A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba porque mi ruta había extraviado», da mucho de sí para analizar los plazos vencidos y el porvenir, sin las intensas cargas de la impulsiva juventud ni las pesarosas deudas de la senectud.
El mejor momento para abordar principios consolidades en la sociedad moderna desarrollada en el siglo XX entre conflictos aún latentes y esperanzas decantadas de quienes mejor supieron vender la idea de libertad. Con un toque entre lo fatalista y la vaga esperanza de enmienda, el autor nos abre la mente hacia la crisis de nuestra civilización en nuestros días.
Los gobiernos parecen condenados a ser ocupados por autoritarismos tan graves como el fascismo o el capitalismo desaforado, tan peligrosos en última instancia los unos como los otros.
La peor consecuencia de todas es la rendición del ser humano, la aceptación del destino como un camino por el que avanzar en solitario, después, sobre todo, de contemplar con desencanto la traición de quienes prometían igualdad y justicia, en síntesis una libertad poco a poco orientada hacia el indivualismo que anula y aliena.
Patología de la normalidad
Cuantas veces nos asalta la duda sobre la definición social de normalidad. El encaje entre esa diferencia global marcada uno a uno por cualquier ser humano y las referencias sociológicas, psicológicas, emocionales resulta a todas luces imposibles en distintos momentos o en su completa generalidad.
Las estridencias entre lo que debe ser y lo que es dentro de nosotros mismos acaba derivando en el desajuste, en la firme creencia de estar fuera de todo orden establecido por los requerimientos y tendencias de un sistema económico que reclama la máxima dedicación de nuestra existencia.
Para Fromm el desajuste, analizado desde la práctica del psicoanálisis, termina por describir esa patología de la normalidad como una verdadera afección mental.
Y lo cierto es que sus extensos ejemplos y su pormenorizada ejemplificación aclara bastante las deficiencias emocionales que se van insertando en muchos casos por culpa de ese deber de ser como entidad y parte del todo y esa necesidad de ser que puede apuntar a un espacio bien distinto.