Los 3 mejores libros de Elvira Navarro

Resulta curioso cómo algunos libros de ficción, que no se pueden circunscribir a un género concreto, se acaban etiquetando como obras literarias a secas. Flaco favor se hace al noir o a la ficción histórica si no se les puede considerar novelas literarias. Pero también es cierto que cuando uno se asoma a los libros de autores como Elvira Navarro o a muchos otros autores cronistas de su época desde lo intrahistórico, dejarlos en autores contemporáneos queda demasiado exiguo.

Porque autores como Elvira crean literatura, bordan tramas, perfilan escenas, exponen a sus personajes sobre las tablas de la existencia. Todo desprendiendo ese mimo por la forma sin olvidar nunca el fondo. Ese equilibrio es Literatura, de ahí el etiquetado que puede aparecer en ciertas clasificaciones.

En el fondo, ni tan mal. Sin la vitola de turno uno acaba convencido de que lee vida, sin más. No hay, por ejemplo, un caso que resolver con el giro de turno; se trata de situaciones cercanas donde los giros ya se encarga de generarlos, las propias inercias de este mundo en órbita. Un lugar en constante cambio y movimiento al que todos nos sumimos sin apenas apreciarlo, aferrándonos a un suelo que nos mantenga quietos desde la apariencia de nuestra insignificancia.

Top 3 libros recomendados de Elvira Navarro

La isla de los conejos

En este libro se compendia un conjunto de relatos esencialmente centrados en la actualidad pero atemporales en su presentación del extrañamiento, de ese brillante efecto de las grandes plumas capaces de desnudar nuestra realidad para poder observarla de manera impúdica, cruel, cierta.

Porque la realidad se estructura según un imaginario que siempre apunta a lo subjetivo. Y es ahí donde las metáforas, alegorías o fábulas de los grandes escritores acaban creando un lugar común, una suerte de limbo a la que toda imaginación puede acceder para rescatar unas impresiones perturbadoras, lúcidas en última instancia una vez que el símbolo estalla sobre nuestra conciencia para dejarnos boquiabiertos.

El título del libro: La isla de los conejos, proviene de uno de los relatos entre la fábula y el simbolismo con diversas lecturas entre lo esperpéntico de nuestra conducta y nuestra propensión a encontrar problemas para grandes soluciones. Pero cualquiera de los otros relatos solucionados embriagan con ese aroma a dulce fatalismo de cuento fantástico narrado siempre bajo la cadencia de una decadencia primorosamente musical, como tocada por unos músicos del Titanic que quizás fueron los primeros en abandonar el barco…

La perdición es una profecía que encaja perfectamente en un ambiente que se torna de repente tan fantasioso como inquietante. Personajes sometidos a cambios de plano inesperados, dimensiones desconocidas para sentimientos muy comunes. Almas que huyen de entre los huesos ante la tétrica visión de un mundo precipitado al abismo. Un collage narrativo donde el sinsentido es el más sorprendente pegamento. Un encolado narrativo que acaba por componer un lienzo que, visto desde lejos, ofrece una lúcida perspectiva de la más honda humanidad.

La isla de los conejos, de Elvira Navarro

La trabajadora

Pensándolo en frío, la normalidad es una entelequia y todo lo excéntrico puede ser una tendencia patológica que las circunstancias acabarán por estigmatizar. Del cómo llevar las estridencias personales hasta el límite de lo patológico…

Esta novela, que confirma a Elvira Navarro como una de las voces más singulares de su generación, es quizá una de las pocas de la literatura española reciente que indaga en la patología mental, sin desligarla del contexto social en el que se produce.

Elisa corrige libros para un gran grupo editorial que retrasa los pagos durante meses. La precariedad económica la obliga a compartir piso con una extraña mujer sin pasado. Un asfixiante silencio sobre lo que concierne al trabajo y a la vida de esta insólita inquilina lleva a Elisa a obsesionarse por saber quién es. Sus preguntas obtienen por toda respuesta una serie de ficciones con las que su compañera de piso sabotea cualquier posibilidad de que alguien la conozca, o al menos eso es lo que cree Elisa, que no concibe que la locura sea un lugar desde el que construirse voluntariamente.

En estas páginas la enfermedad acaba por aparecer como signo de normalidad. Tras su lectura surge la inevitable cuestión de si en un escenario como el actual, donde los proyectos comunes parecen haberse desvanecido, es posible vivir fuera de lo patológico y contar algo que no sea patología.

La trabajadora, de Elvira Navarro

La ciudad en invierno

Clara, la protagonista, da sus primeros pasos en la vida. En el imaginario narrativo clásico, la peripecia vital tiene su inicio, su nudo y su desenlace. Este libro cuestiona y rompe esa secuencia porque la niña o adolescente traza, encuentra y resuelve, como puede, nudos, trampas y desenlaces. No me atrevería a decir que estamos ante una historia de aprendizaje. Es otra cosa: el choque brutal contra una vida que parece tener prisa por hacerse presente.

Una escritura casi sobria o severa, aparentemente resignada a dar cuenta de un dolor seco, austero, laico, libre de aspavientos retóricos. Cuatro momentos narrativos que aun sin concesión aparente nos han hecho recordar dos de los mejores relatos de terror de la literatura española de todos los tiempos: Mi hermana Elba, de Cristina Fernández Cubas, y Siempre hay un perro al acecho, de Ignacio Martínez de Pisón (por cierto, si todavía no los han leído, no dejen de hacerlo). Estremece pensar que lo que nos cuenta este libro está pasando ahí, a nuestro lado, al otro lado de esa calle por la que paseamos tranquilamente.

La ciudad en invierno
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