Los 3 mejores libros de Bohumil Hrabal

Uno es tan viejo como para acordarse de aquella Checoslovaquia dibujada en los mapas de geografía del colegio. Un país de fronteras oscilantes entre la llamada gran guerra y la que realmente fue más grande aún. En medio de todo ello un territorio alienado, como desprendido de viejos imperios en un puzzle imposible.

Aquella fue la cuna de fascinantes narradores como Milan Kundera o Bohumil Hrabal. Y seguramente desde sus infancias ubicadas entre tensiones de uno y otro lado, entre nacionalismos siempre a la gresca, colmado todo con su ubicación como puente entre Europa y Rusia, las impresiones pasadas a narración de ambos aporta visiones muy jugosas de lo existencial en medio de una constante amenaza de desastre.

La ciudad checa de Brno vió nacer a esto dos enormes escritores checos del siglo XX. Siendo mayor mi predilección por el segundo, hay que reconocer que también Hrabal dio buena cuenta de su época a través de su propuesta narrativa. Una idea de la escritura en busca de la resiliencia creativa frente al empeño por la autodestrucción de una Europa a rebosar de conflictos bélicos. Guerras en caliente, o en frío, reposadas al paso de las décadas posteriores hasta la caída del muro.

En sus obras se despiertan esos contrastes de quien pretende despertar humor pero que también acaba ahondando en las heridas. En ocasiones a través de sus personales melancólicos y en otras planteando escenarios alienados, en sintonía con ese extraño devenir de tantos oscuros días del siglo XX.

Cargado de la imaginación como principal herramienta creativa, cualquiera de sus tramas rebosa ritmo y recursos alegóricos, metáforas que se prolongan durante todas sus novelas, mundos alternativos que finalmente no siempre pueden llegar a ser.

Top 3 novelas recomendadas de Bohumil Hrabal

Trenes rigurosamente vigilados

El punto de tragicomedia sobre la Segunda Guerra Mundial quedará siempre grabado en el imaginario general con la película «La vida es bella» de Benigni.

Esta novela muy anterior ya desbordaba en imaginación para explicar eso, que la vida siempre se acaba abriendo paso entre la maldad más perversa. En una aldea fronteriza con Alemania, la estación de tren se convierte en el escenario para que sus propios empleados se conviertan en un grupo de resistencia. Capitaliza el foco de la historia Milos, un joven con más inquietudes hormonales se ve inmiscuido de lleno en el objetivo primordial del grupo, abordar un convoy armamentístico para dejarlo inutilizado.

Un plan lleno de riesgos en el que el joven Milos puede convertirse en el héroe con el que conquistar a su particular Dulcinea, la telegrafista de la estación.

Trenes rigurosamente vigilados

La pequeña ciudad donde se detuvo el tiempo

Una historia con esa paradójica sensación de melancolía como la felicidad de la tristeza. La vida del narrador se mueve en la inercia de un pueblo anodino por el que pasan unos y otros, nazis y soviéticos.

Mientras están los primeros la fábrica de cerveza en la que trabaja todo hombre capaz de usar sus manos sigue ahí, a su marcha. Entre los trabajadores están el padre del protagonista narrador y su tío Pepín, quien pasa a ser el particular héroe del narrador. Porque en Pepín su sobrino ve al más relevante de los héroes, aquel que sabe sobrevivir con la vista corta, en el día a día, bebiendo si es menester y disfrutando de lo carnal hasta que pueda llegar el momento en el que unos u otros de los invasores, decidan sobre la vida de Pepín, o de su padre o del protagonista mismo, con la improvisación de los tiempos duros que corren.

La pequeña ciudad donde se detuvo el tiempo

Una soledad demasiado ruidosa

Hanta es la esperanza frente a la barbarie. Contrariamente a lo que pudiera pensarse de su trabajo como reciclador de papel de libros incómodos, él va acopiando toda la información que se puede destruir en el proceso. Tan solo hace falta acompañarlo de paseo por Praga para descubrir en sus elucubraciones cómo todo lo destruido, todo ese papel destinado a albergar, negro sobre blanco, las ideas adecuadas (o quién sabe si incluso sirve como rollos de usos domésticos), nunca desaparece del todo gracias a Hanta.

En la continua hipérbole en torno a las ideas de los autoritarismos contra la cultura, se nos despierta un lado emotivo en torno a toda creación perdida por las imposiciones de según qué tiempos y según qué regímenes. Las voces de los grandes pensadores que pretenden ser acalladas, perviven en Hanta. Hasta el punto de que Hanta parece escuchar a Kant o a Hegel, y hasta parece querer convertirse en el superhombre de Nietzsche, dispuesto a entregar toda la lucidez y sabidurías más amargas al buen ode Hanta.

Una soledad demasiado ruidosa

Otros libros recomendables de Bohumil Hrabal

Yo serví al rey de Inglaterra

En la década de 1930, en Praga, un joven aprendiz de camarero, Jan, logra su primer trabajo dispuesto a convertirse en dueño de un hotel e ingresar en el selecto club de los millonarios. Listo y ambicioso, todo lo supeditará a alcanzar el éxito y el reconocimiento social. Pero el punto de vista de Jan es a menudo equivocado: se casa con una alemana que adora a Hitler justo cuando las tropas nazis entran en Praga, y se convierte en millonario justo cuando en su país se implanta el comunismo.

Con un brillante sentido del humor y escenas hilarantes, Hrabal nos cuenta las picarescas peripecias del joven camarero quien, como el buen soldado Svejk, pone en evidencia el absurdo de la vida cotidiana y de los personajes con los que se encuentra. Como Svejk, la aparente idiotez de Jan esconde una aguda inteligencia que le permite sobrevivir a los acontecimientos históricos más dramáticos del siglo XX: la invasión nazi de su país, la Segunda Guerra Mundial y la llegada del comunismo.

Yo serví al rey de Inglaterra
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