Una escritora como Ann Cleeves representa el paradigma del retiro como fuente de inspiración. Pero más allá del estigma de esa soledad tan prolífica para argumentos retorcidos como «El resplandor» de Stephen King hasta «La verdad sobre el caso Harry Quebert» de Joel Dicker, la buena de Ann no solo sacó provecho de ese paréntesis aparte del mundo, por motivos laborales de su pareja, sino que además asentó su carrera literaria y empezó a trabajarse ese exigente favor del público.
Porque Ann Cleeves, cuyas novelas empiezan a llegar ahora a España gracias principalmente a su protagonista Vera Stanhope, ya lleva a sus espaldas un buen recorrido como escritora iniciado allá por los años 80. La perseverancia en su caso consiguió ese éxito buscado en última instancia por cualquier autor. Aunque también esa insistencia demuestra la voluntad última del narrador por vocación, quien nunca deja de contar sus historias, más allá del volumen total de lectores y de facturación.
Con sus sagas siempre circunscritas a la literatura criminal, en equilibrio con ese gusto de narrativa deductiva heredera del policíaco más puro, Ann Cleves es bien conocida en muchos países y su llevanza a series televisivas acabó por asentarla como otro interesante referente de este prolífico género negro que invade librerías de todo el mundo.
Top 3 libros recomendados de Ann Cleeves
Una verdad oculta
Ciertos lugares disponen de una belleza y un encanto cuya escenografía puede tornarse sumamente siniestra en manos de una buena esritora. Ese es el caso de Northtumberland y de Ann Cleeves. Porque esta septentrional zona inglesa, limítrofe con Escocia y regada por el mar del Norte ofrece paisajes de auténtico lujo para todo espectador o para un pintor paisajista.
Prados inacabables a simple vista, castillos que emergen imponentes entre la planicie y el rumor de las olas que mueren mansas en la costa desgastada por la erosión milenaria.
Riqueza natural y silencio sobrecogedor, sugerencias de un buen retiro, pero también una invitación a la introspección, a bucear en los recovecos del alma y de las pulsiones que, en caso del mal humano, resulta estremecedor.
Así que entre tanta belleza, el descubrimiento de un niño muerto por su propia madre nos acaba soltando esa bofetada de crudeza. El pequeño cuerpo yace en la bañera, en una delirante composición de muerte y flores.
La inspectora Vera Stanhope se encarga del caso y se inmiscuye en la vida costera de los lugareños. Vidas que transcurren mecidas en el sosiego mimético de aquel espacio abierto a la eternidad. Y así es como profundizamos en el devenir del destino de Julie Armstrong, la madre del chico muerto, o en los quehaceres de Peter Calvert, en cuya casa aparece la siguiente víctima, una joven sentenciada a muerte en similar presentación a la del niño.
Muchos otros personajes como Samuel Parr o Clive Stringer despiertan sensaciones contradictorias, con esa mágica intención de presentar indicios y sospechas en el lector, al estilo de una Agatha Christie de inspiración más actualizada hacia el género negro policíaco.
Las indagaciones y sondeos de Vera y su ayudante Joe van componiendo un extraño mapa de almas, un guión donde la emoción o el instinto último que puede haber derivado en la locura asesina se desliza como una extraña premonición que augura más víctimas.
Una trampa para cuervos
El gusto por lo natural como escenario para sus tramas sirvió en esta primera novela de la saga de Vera Stanhope para presentar su serie más exitosa.
La cercanía de los Peninos con la residencia de la autora sirve para ese conocimiento detallado que, en el imaginario de Ann tira de esa fascinación por los lugares inhóspitos como espacios donde lo negro adquiere un especial magnetismo telúrico.
Y una investigación biológica siempre despierta la sensación de amenaza para intereses económicos capaces de defender a ultranza la explotación de recursos o la preeminencia de algún status que concede patentes por encima de mejoras o evolución alguna.
Por eso el equipo de Rachel Lambert se desplaza hasta el extremo norte de esta formación montañosa con esa sensación de peligro inminente en medio de la nada. Y la muerte pronto aparece en escena, con la sibilina intervención de quien puede servirse de ella para acallar voluntades. La llegada de Vera Stanhope se produce cuando todo empieza a manifestarse como un macabro plan para alejar a Rachel y a sus compañeras de la investigación planificada.
Almas silenciosas
La consecuencia última de la muerte es el silencio. Y eso bien lo sabe quien se sirve de ella, de la parca, para tapar asuntos turbios. En la historia de la literatura y hasta en la realidad misma, las investigaciones suelen enfrentarse a esos planes del asesinato perfecto.
Y de no ser por la persistencia de personajes como Vera Stanhope, sería muy dificil encontrar el vínculo, la pista, el hilo del que tirar hacia una motivación emocional capaz del homicidio como venganza.
Solo que en casos como el de Jenny Lister, muerta en la sauna, con la fácil asociación con el fallecimiento natural por la voluntaria exposición al calor extremo, una mínima investigación forense acaba por apuntar al estrangulamiento.
Y todo ello poco antes de que la propia Vera entrara a la sauna para descubrir a la fallecida como una aparente mujer en relajación total. La hiija de la mujer, Hannah es puesta al corriente del asesinato. Y a partir de entonces nos embarcamos en uno de esos viajes desestructurados entre muchos potenciales culpables sobre los que la espada de Damocles pende con la misma duda.
Un asesinato de esta índole se escribe desde las relaciones, desde los pasados turbios. Entre su ayudante Joe Ashworth y la propia Vera se irá trazando ese esquema demencial hacia una resolución que asoma con la intensidad y el misterio de las grandes tramas policíacas, de esas que se disfrutan como si acompañaras a los investigadores, queriendo plantear tus propias dudas y tus más avispadas deducciones.
Quiero el libro shetland. DeAnn cleves basado serie en español esta?
¿Cuándo van a traducir nuevos títulos de Ann Cleeves? Lo estoy deseando.
No sé. Pero estos de la editorial Maeva van siempre a piñón cuando rescatan autores tan buenos…