Ser escritor irlandés tiene una deuda añadida con la nostalgia y Colum McCann lo sabe. Es algo así como la sensación perentoria de todo. Sensación o percepción de lo fugaz como sino del alma irlandesa. Desde Oscar Wilde hasta Samuel Beckett, se repite en la prosa irlandesa una tendencia ineludible a lo tragicómico del tiempo subido a la escena de la vida.
Así pasan las cosas para los propios de Irlanda o al menos así nos las enseñan los grandes narradores de la isla. Con su bagaje innato, Colum McCann tiñe de esos colores vivos e intensos las sensaciones del malvivir las contradicciones, las pérdidas, las ausencias y el tiempo por vivir después de sentir que ya no debiera haber más tiempo.
El fatalismo, la adversidad y la desventura de los personajes de Colum son enseñanzas para los lectores. Los personajes cargados de sus cadenas hacia la fantasmagórica sensación de sobrevivir parten con la ventaja de saber que todo es trampantojo fácilmente desmontable desde un soplido de infortunio.
Y al final, por extraño que parezca, queda la risa, la vida desesperada, el extremo decidido, sobrepasadas todas las horas grises. Cuando la bruma del poeta irlandés hecho novelista consigue elevarse sobre esa calima cargada de fría humedad existencial, se avista la grandeza de cualquier tragicomedia vivida con la exclusividad de lo irrepetible.
Top 3 novelas recomendadas de Colum McCann
Trece formas de mirar
Una historia fragmentada en mil pedazos. Los de los personajes que atraviesan el alma del lector con su particular impronta, con su paso por el mundo en instantes donde sus vidas toman derroteros finalistas, aspectos amargos, toques gélidos o estados que bordean la desesperación.
Lo más reseñable de esta obra es su capacidad para imbuirnos en historias rápidas, apenas perfiladas, pero quizás por eso mágicamente cercanas. La caracterización de un personaje es un momento de mágica neutralidad donde la mimetización se hace más fácil. El autor Colum McCan ha sabido aprovechar ese boceto de almas para hacernos sentir dentro de sus destinos, de sus primeros perfiles de sentimientos, de sus más profundos anhelos sin justificar en grandes desarrollos ni tramas previas.
Una especie de lectura en bruto, una aproximación a los diversos protagonistas de este mosaico de vidas de manera violenta y directa, como auténticas posesiones de nuestros ojos lectores sobre los pensamientos de aquellos que nos invitan a vivirlos.
Todo lo que debemos saber de ellos es que tienen ese algo que contar, aunque no lo revelen del todo. Y que probablemente con más tiempo y más desarrollo podríamos alcanzar ese nivel de profundidad al que acostumbramos cuando leemos cualquier novela. Pero Colum no lo ha considerado necesario ¿para qué explicar lo que son si ya nosotros podemos ocuparnos de hacer de ellos los personajes que creemos que son?
Un libro interesante para poner en común en un club de lectura. Una invitación a la fantasía de la suposición, del enjuiciamiento y de la implantación de motivos para que esos personajes se mueven como se mueven y les pasa lo que les pasa.
Bienvenida la literatura sugestiva y sugerente, la invitación del escritor a rellenar las escenas con el alma de unos personajes construidos para ser vividos de manera diferente en cada uno de los que empiecen a encadenar una palabra tras otra.
Transatlántico
A la luz del avanzar del siglo XXI, el siglo pasado se nos aparenta como la última oportunidad de descubrir un mundo que finalmente se nos ha quedado pequeño, limitado, incluso amenazante…
Por eso aún adquiere un mayor deje melancólico esta novela, más allá incluso de lo pretendido. Porque el salto entre presente y pasado invita a añorar una posibilidad de suspender el tiempo y regresar a esos momentos en lo que aún quedaba espacio para la aventura como símbolo de vida y descubrimiento.
1919 Dos jóvenes pilotos asombran al mundo al realizar el primer vuelo transatlántico sin escalas, desde Terranova, en Canadá, hasta Irlanda. En el avión viaja una carta firmada por la reportera Emily Ehrlich, una carta que tardará casi un siglo en ser abierta y cuyas palabras encierran el destino de cuatro generaciones de mujeres.
Colum McCann ha escrito un fresco vertiginoso que abarca tres siglos, una proeza literaria que demuestra cómo el coraje y la esperanza pueden transmitirse de generación en generación y vencer el paso del tiempo.
Que el vasto mundo siga girando
Se le puede buscar la simbología artística, la dimensión más allá de la acción. La cosa es que Philippe Petit cruzó la torres gemelas con su pértiga en ristre sobre la cuerda floja. Y mientras los observadores consideraban la temeridad así como podían plantearse el idealizado privilegio de contemplar el mundo desde ahí, lo cierto es que Petit tan solo se ocupaba de representar a todos los transeúntes de un mundo en equilibrio inestable. Algo que pronto descubrimos al avanzar de la historia…
Al amanecer de una mañana de finales de verano, los habitantes de la parte baja de Manhattan miraban absortos hacia lo alto de las Torres Gemelas. Estamos en agosto de 1974 y una minúscula y enigmática figura camina en inverosímil equilibrio sobre un cable entre ambos edificios.
Y abajo, en la bulliciosa y violenta Nueva York de la década de los setenta, los destinos de varios personajes se cruzarán y sus vidas aparentemente ordinarias cambiarán para siempre: un sacerdote irlandés que lucha contra sus demonios y vive entre prostitutas en pleno Bronx, un grupo de madres que se reúnen para llorar a sus hijos muertos en Vietnam, una artista que será testigo de un accidente que la marcará para siempre, una joven abuela que ayuda a su hija adolescente mientras trata de demostrarse a sí misma que su vida tiene sentido…