Hay escritores que aparecen para reverdecer la literatura con significado, con trascendencia, con ese algo diferenciador hacia la singularidad de la creación. Y no me refiero a eruditos creadores cargados con su sofisticación como fundamento con tufo a clasismo. En el caso de David Uclés la cosa va por otro lado, por ese aporte genuino que acaba por ganar adeptos gracias a su frescura y su ingenio rompedor.
Esto solo es posible, en parte, gracias a la juventud. Porque esa es la única herramienta de un creador que antepone pasiones y pulsiones muy por encima de convenciones y corrientes. El otro aspecto que puede sustentar la magnética creatividad de Uclés es el don, el duende transmutado a lo literario. Una increíble facilidad para componer imágenes capaces de convertir cualquier escena en accesos a nuevas dimensiones. La fantasía más sutil para reconvertir la realidad a su antojo, pero siempre llevándose al lector consigo. Porque lo de Uclés es una conquista de cada nuevo lector, sin duda.
A mí me recuerda, en aquello de las imágenes poderosamente emocionales al primer Manuel Rivas. Pero eso ya es una apreciación muy particular. Porque los buenos escritores nunca tienen fácil comparación.
Top libros recomendados de David Uclés
La península de las casas vacías
Los motivos oficiales de una guerra civil siempre están claros. Las mezquindades que los sustentan y los mueven como en un demencial mecanismo interno son insondables. Por eso Uclés se empeña en descifrar algunos de ellos con el detallismo inquietante del relojero puesto manos a la obra durante años, concretamente quince años de búsqueda de piezas, de horas de encajes y deshechos. Una novela de paciencia y virtuosismo hacia la conjunción perfecta que encuentre el sonido singular bajo la chirriante realidad de un tiempo extraño de cainismo y supuestas ideologías.
La historia de un soldado que se raja la piel para dejar salir la ceniza acumulada, de un poeta que cose la sombra de una niña tras un bombardeo, y de un maestro que enseña a sus alumnos a hacerse los muertos; de un general que duerme junto a la mano cortada de una santa, de un niño ciego que recupera la vista durante un apagón, y de una campesina que pinta de negro todos los árboles de su huerto; de un fotógrafo extranjero que pisa una mina cerca de Brunete y no levanta el pie en cuarenta años, de un gernikarra que conduce hasta el centro de París una camioneta con los restos humeantes de un ataque aéreo, y de un perro herido cuya sangre teñirá la última franja de una bandera abandonada en Badajoz.
He aquí, pues la historia total de la guerra civil española y de una Iberia agonizante donde lo fantástico apuntala la crudeza de lo real; donde los anónimos miembros de un extenso clan de olivareros de Jándula cruzan sus destinos con los de Alberti, Lorca y Unamuno; Rodoreda, Zambrano y Kent; Hemingway, Orwell y Bernanos; Picasso y Mallo; Azaña y Foxá; donde lo épico y lo costumbrista se entrelazan para tejer un portentoso tapiz, poético y grotesco, bello y delirante.

Emilio y Octubre
La fábula de un anodino mes de octubre que se desliza entre famosos cuadros, en espera de luces más propicias de primavera o de vistazos de visitantes de museos capaces de apreciarlo, de distinguirlo, de entenderlo tal como transcurre entre un pincel, un detalle corregido o un hilo de la falda de una menina. En su extrañeza, el arte lo explica todo, mejor que las crónicas o las noticias. Solo hay que saber contemplar e ir hilvanándolo todo.
Emilio recuerda cómo entrevió a través de la piel translúcida de la barriga de su madre la réplica de Murillo que colgaba en el hospital madrileño donde nació. Se pregunta, desde dentro de un lienzo de Magritte, por qué al final del hilo rojo que ataron a su dedo meñique tras nacer leyó entonces el nombre de un mes.
Octubre desconoce de dónde viene su nombre. Recuerda aquel primer amor al que besó debajo de las faldas de una menina del Prado. Se pregunta dónde estará ahora, mientras bucea bajo las aguas de la laguna Estigia de Patinir. Hasta que los dos puedan llegar a amarse, planearán sombras de pájaros decolorados, surgirán lágrimas de témpera de unos ojos cosidos, Europa se secará, tragará la tierra a un hombre moribundo y habrá quien atraviese corriendo un continente sin detenerse.
Esta es la historia de amor de Emilio y Octubre, narrada desde el nacimiento de uno hasta la muerte del otro, en un futuro cercano en el que nos introduciremos en las pinturas tridimensionalizadas de los museos y viajaremos por todo el continente europeo.
