En la mexicana Laura Baeza descubrimos a una narradora con doble misión narrativa. Por un lado, se detecta enseguida el compromiso de la narradora con su época, hasta ese punto en el que algunos escritores componen intrahistorias desde un mundo atomizado por infinitas posibilidades narrativas, tantas como personas, circunstancias y contextos sociales. Una primera intención que aborda la realidad desde las vivencias y sensaciones, algo casi necesario para que el devenir histórico transmita lo vivido por encima de las simples fechas.
Pero en su otra vertiente narradora, Baeza se esmera en formas y fondo. Como si la literatura fuera necesariamente un vehículo de transmisión conjunta de ideas y estética en perfecto equilibrio. Como si cada libro de esta autora se pudiera convertir en caja de pandora o en cáliz de salvación.
O quizás se trate de un planteamiento que todo escritor debiera considerar. Cuando se consigue sintetizar esa dicotomía se acaban componiendo relatos capaces de la descarga eléctrica. El lector lo siente en sus carnes. Luego solo queda el mayor o menor tino con la historia a desarrollar. Pero es que dar siempre con el argumento más oportuno sería alquimia literaria, posesión de musas o como se lo quiera llamar.
Laura Baeza tiene esa virtud, esos cimientos que asientan cualquier buena intención narrativa. Después tienes que dejarte llevar y decantarte por esas obras que te llegan más o menos…
Top 3 novelas recomendadas de Laura Baeza
Niebla ardiente
El destino es el vademécum de un tal Murphy hecho matasanos. En sus renglones torcidos nada es azaroso y el desastre asoma siempre como única cura para asumir los constantes desatinos y despropósitos. Como lo explicaría Kundera, básicamente porque la vida misma es el ensayo y la representación final, todo en uno.
Como muestra sirva este botón del desafortunado destino, trazado como una suma de fatales casualidades. En ocasiones, como en las de esta Niebla ardiente, suena de fondo una melancólica canción que habla de los imposibles, de paraísos perdidos, diluidos en el corrosivo destino más monstruoso.
Para Esther, el recuerdo de su infancia y juventud se reduce a la enfermedad mental padecida por su hermana, a los cuidados necesarios y a las precauciones siempre insuficientes. Luego, a su desaparición y asesinato. Entonces, ¿cómo es posible que en ese arranque de enero de 2013, en Barcelona, su figura se le aparezca en pantalla? ¿Cómo podría ser esa mujer, en medio de disturbios en la sierra hidalguense transmitidos por la televisión española, su hermana víctima de feminicidio?
Ya una vez Esther cruzó el Atlántico para escapar del dolor, de la pérdida y, sobre todo, de la culpa. Ahora hará el recorrido inverso para buscar la verdad que le fue arrebatada junto con la vida de Irene. ¿Es cierto que, como tantas, fue secuestrada y asesinada?
Niebla ardiente es una estremecedora novela que habla sobre la pérdida, el duelo, el amor, pero, sobre todo, la culpa y la necesidad de pedir perdón.

El lugar de la herida
Hay temas muy sensibles en los que cualquier faceta creativa, como la propia literatura, debe trasladar lo que nos queda de humanos en el sentido más noble de la palabra. Porque si humanidad supone todo lo ominoso, la esperanza en la condición humana se esfumaría. Cura y exorcismo, literatura para empatizar con el bien y también con el mal, para tener clara la elección a poco que la razón y las emociones se empapan en una buena historia…
¿Qué pasa cuando someter a otras personas es la única forma de sobrevivir? ¿La desobediencia es posible siempre? ¿Qué redes de complicidad teje el silencio? ¿Cómo distinguir entre víctima y victimario? Aquí hay dos narradoras potentes y perspicaces: Lucero y Dolores. La primera es una adolescente de juicios agudos y la apremiante necesidad de recibir aceptación. La segunda es la madre de Nancy, compañera de secundaria de Lucero, que atraviesa la agonía de buscar a su hija desaparecida. Ambas voces enhebran una historia compleja sobre un grupo de niñas casi adultas cautivo en una casona en los márgenes de la ciudad.
Laura Baeza traza una novela entrañable y brutal que añade nuevas notas a las discusiones sobre la violencia, el deseo, la amistad, la ternura y la libertad humana. Con su oído privilegiado y una prosa accesible sin llegar a dócil, la autora nos lleva desde las primeras líneas a un viaje por las contradicciones de la adolescencia. El lugar de la herida es un territorio que sangra y cicatriza al mismo tiempo, símbolo de un país que reproduce y resiste la violencia feminicida en pleno siglo XXI.

Una grieta en la noche
La noche se resquebraja en su fondo estrellado. La vía láctea es un siete en la costura del Universo. Lo cual podría significar que Dios no era tan mañoso con la creación, que pudo haber llegado a término en pocas horas pero que le llevó siete días.
Y así está todo, hecho unos zorros. Y aquí estaba Laura Baeza, dispuesta a dar buena cuenta de las fallas multivérsicas que comprenden desde nuestras emociones hasta lo que nuestra razón no alcanza. El caos.
Hay libros en los que es mejor no abrir una grieta en la noche. Este es uno de ellos. Asomarse puede ser caer al vacío, donde las familias no son espacios seguros, las calles acaban siendo un bucle, las pesadillas regresan para recordarnos por qué están aquí y ni siquiera los vínculos fraternales se conocen en profundidad. Asomarse es estar delante de una fabuladora extraordinaria, una revolución en la escritura mexicana, encendida por veladoras y pirotecnias, alimentada de golpes de boxeo y dentelladas felinas, poblada de desaparecidas, narco satánicos o amantes. Si leer es siempre precipitarse, leer a Laura Baeza es sumergirse al mismo tiempo en el vacío y en la oscuridad. Abrir una grieta bajo los pies.
