Cabalgando entre dos tiempos, de Nuria Alonso Garcés

En un género tan frecuentado como la novela histórica, Cabalgando entre dos tiempos destaca precisamente por lo que no hace. No idealiza al protagonista, no convierte la guerra en espectáculo ni simplifica el conflicto político en buenos y malos. La novela de Nuria Alonso Garcés apuesta por un enfoque más sobrio y reflexivo, centrado en la experiencia individual de un hombre atravesado por su tiempo.

Faustino de Garay es militar, sí, pero también es hijo, hermano, amante y testigo incómodo de una España que se desmorona mientras intenta reinventarse. Desde la primera página queda claro que la voz narrativa es clave: el protagonista escribe desde la madurez, con la conciencia de quien ya no espera redención, sino comprensión. Esa distancia temporal permite una mirada crítica sobre sus propios actos, aunque no siempre complaciente.

El libro se estructura como unas memorias, lo que da libertad a la autora para alternar episodios íntimos con acontecimientos históricos de gran escala. Esta combinación funciona especialmente bien porque nunca pierde el foco humano. La infancia en La Almunia de Doña Godina, por ejemplo, no es un simple preludio bucólico, sino el cimiento emocional desde el que se entenderán las decisiones posteriores del protagonista.

El estilo narrativo es fluido, con un lenguaje que respeta la época sin volverse artificial. Hay descripciones detalladas, pero no excesivas, y un uso constante de conectores que mantienen el ritmo incluso en los pasajes más reflexivos. La novela se lee con facilidad, aunque no con ligereza: exige atención y cierta implicación emocional.

Uno de los grandes aciertos es el tratamiento de la sexualidad y las relaciones amorosas. Faustino no es un seductor idealizado, sino un hombre dominado por el deseo, incapaz de gestionar las consecuencias emocionales de sus actos. La autora no juzga ni justifica; simplemente muestra. Esto aporta una capa de complejidad poco habitual en el género, donde a menudo estos aspectos se pasan por alto o se romantizan en exceso.

El contexto histórico está perfectamente integrado. La guerra de la Independencia, las luchas internas, el absolutismo de Fernando VII y la represión política aparecen como telón de fondo constante, influyendo en cada decisión personal. No se trata de una lección de historia, sino de una vivencia encarnada, sufrida, contradictoria.

Martín de Garay, hermano del protagonista, merece una mención especial. Su figura encarna la España ilustrada que intenta modernizar el país desde dentro del sistema, con resultados desiguales. Su relación con Faustino es compleja, marcada por el afecto, la distancia ideológica y las tensiones familiares. Este contraste enriquece enormemente la novela y amplía su alcance más allá del relato individual.

En cuanto al ritmo, la novela avanza con paso firme. No hay giros forzados ni cliffhangers artificiales. La tensión surge de la acumulación de experiencias, de la sensación de que cada elección, por pequeña que parezca, va cerrando puertas. Esa es quizá una de las ideas más potentes del libro: la vida como una sucesión de decisiones que no siempre comprendemos en el momento.

Cabalgando entre dos tiempos es una novela que no busca agradar a todo el mundo. Puede resultar exigente para quien espere acción constante o héroes sin fisuras. Pero para el lector interesado en una mirada honesta sobre la historia, la identidad y la memoria, ofrece una experiencia rica y coherente.

Una obra que confirma que la novela histórica puede ser, además de rigurosa, profundamente introspectiva.

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