Justo un año después de que conociéramos la primera aventura de Mr. Eric Zimmerman, y con más novelas publicadas en el ínterin, la prolífica escritora hispano-germana Megan Maxwell nos invita a una segunda parte que, a tenor de la calurosa acogida de lectores, acabará siendo un exitazo de época.
Y tal como ocurre en la vida misma, una vez rebasada la última página de la primera entrega, se nos plantea la duda de cómo la autora conseguirá mantener viva la llama del amor inicial hecho carne, simpatía, buen rollo, intensidad y esa pizca de locura.
Curiosamente nada mejor que encontrar escollos, problemas y maledicencias para entrar en una nueva noria de emociones desde el disparadero de la duda en la persona amada. Porque Zimmerman es alguien tan influyente y tan admirado que también acaba despertando esas envidias insanas que derivan en chismes y perversas intenciones.
Y qué mejor para los enemigos de uno que tratar de desestabilizar una relación de pareja tan triunfal como la de Eric y Judith, erigido ya como uno de esos matrimonios envidiablemente felices y patentemente satisfactorios en todos los planos.
Los desencuentros manifiestos de esta novela que nos harán dudar de la sostenibilidad de la relación acabarán con uno de esos juicios sumarios desde la verdad incontestable de la conexión química que acaba en el éxtasis más desbordante.
Tan desbordante, que lo que viene después dispone a ambos a la aventura sin retorno, al polígrafo del test de embarazo, a las dudas sobre la preparación hacia el nuevo rol, y al cambio de escenario movido por un tramoyista llamado destino.
Una novela trepidante desde su plano erótico pero también frenética en esa aventura que puede ser la vida en pareja y el descubrimiento del otro en las variables circunstancias que pueden sobrevenir una vez formalizada la decisión de asumir los inescrutables caminos del amor.
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