Querida niña, de Edith Olivier

Querida niña
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La soledad tenía fácil solución en la infancia. De hecho nunca llegaba a ser soledad completa. La imaginación podía reconstruir el momento y por extensión, el mundo.

El amigo imaginario era un tipo absolutamente condescendiente con tus juegos y tus ideas. Alguien a quien confiar toda tu existencia con la absoluta seguridad en su confidencialidad. Un amigo imaginario, preservado del mundo de los adultos, podía llegar a ser tu mejor amigo.

Este libro Querida niña , original de 1927 y recuperado para la causa por editorial Periférica, es un firme alegato a favor del amigo imaginario. Cuando Agatha Bodenham se queda sola en el mundo decide reconstruirlo todo, no aguanta el sentimiento de pesada soledad que la gobierna.

Clarissa, su amiga imaginaria de la infancia regresa ahora, recuperada milagrosamente de las sensaciones de aquellos hermosos primeros años. El problema es que a ciertas edades lo imaginario está etiquetado de patológico, sin entender lo particular de cada persona, lo que conduce a alguien a intentar llenar su mundo vacío.

Por eso Agatha no quiere desvelar esa existencia paralela que la acompaña, pese a que poco a poco su presencia se va adivinando, siempre junto a Agatha. Clarissa trae respuestas desde la infancia para todas las dudas metafísicas de Agatha. La tranquiliza y la ayuda a sobrellevar cada día.

Agatha necesita a Clarissa. Ella ocupa gran parte de su alma y todo intento de acercamiento emocional parece un ataque a la amiga. La mágica convivencia de esa amistad en la realidad del día a día encuentra un encaje en la complicidad. Allí donde los demás verían y ven solo fantasmas, Agatha ve su alma gemela. Y gracias a ella puede salir adelante, acometiendo la vida con la voluntad reafirmada de esa presencia.

La soledad siempre intenta hacerse un nuevo espacio, entre una realidad conducida por costumbres, normas y etiquetas que favorecen su fácil integración. Pero Clarissa susurra desde el silencio, coge de la mano a Agatha y le transmite la serenidad para no encontrarse sola. Con ella, Agatha puede vivir su vida con una voluntad a prueba de toda circunstancia adversa.

Pero nadie puede conocer a Clarissa, nadie puede acceder a ese particular plano de la experiencia, a medio camino entre la realidad de los demás y la realidad reconstruída por Agatha.

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