Los 3 mejores libros de William Ospina

La sombra de Gabriel García Márquez es muy alargada para todo escritor colombiano. Esa mezcla narrativa de Gabo entre el realismo e idealismo lírico de toda alma en busca de esencias supone una herencia de la que autores como William Ospina recoge su parte.

Por momentos empeñado en un maravilloso universo étnico nacido del encuentro no siempre amable entre dos mundos, (uno que se entendía conquistador y otro que tuvo que adoptar el rol de conquistado), sobre el que escribió su famosa trilogía, Ospina además cultiva una poesía que en el fondo sacude toda su creación literaria.

Porque leer al Ospina novelista es zambullirse en una prosa colmada de imágenes y sensaciones desde un efectismo formal muy trabajado. Un efecto que finalmente nos descubre la belleza del lenguaje tanto en descripción como en acción. Un lirismo total que pocos autores consiguen en la actualidad.

Periodista y publicista como pasos previos a su estallido literario, Ospina es ese comunicador total que además se implica con lo social y político y que aborda diversidad de temáticas en un ámbito ensayístico que transita desde lo existencial hasta lo más social, sobre todo para un mundo latino evolucionado desde la comunión pero también desde el conflicto.

William Ospina es uno de esos escritores necesarios para su tiempo, capaz de abordar intrahistorias del ayer y del hoy hechas novelas y complementadas con visiones actuales, análisis y con ese innata tendencia hacia una poesía que rima su mundo en versos sobre para la vida actual.

Top 3 mejores libros de William Ospina

El país de la canela

Se dice que poco se puede esperar de las segundas partes. Y sin embargo, esta continuación de «Ursúa», en medio de la trilogía que acabaría con «La serpiente sin ojos» supone el más interesante de los tres viajes que traza la trilogía.

Todavía hoy la amazonía supone un reto para cualquier expedicionario que pretenda recorrer sus profundidades más oscuras. Con un verbo actual en consonancia con la exuberancia de la selva tropical, acompañamos al conquistador Orellana, inquieto y ambicioso y que finalmente encontraría su muerte en las interioridades de la extensa ribera amazónica que hoy es maravilla natural.

La intención de Ospina puede que sea el acercamiento a esa mentalidad del conquistador ambicioso que, vista la apertura de un nuevo mundo rico y anhelante de gloria para los intrépidos españoles que se consideraban omnipotenciarios frente a las nuevas gentes y los nuevos lugares.

Uno de los viajeros de la expedición nos va narrando la aventura hecha reflexión, entre lo épico y lo estrepitoso, sobre los motivos que liberan del miedo a la muerte. La expedición se abre paso con multitud de hombres y esclavos, con víveres para un gran tiempo de viaje hacia el país de la Canela.

Lo que ocurra finalmente es esa antológica lucha contra una naturaleza que no está dispuesta a ceder a aquellos que se creen poseedores de lo desconocido.

El País De La Canela

La serpiente sin ojos

En el cierre de esta trilogía sobre aquellos días de conquista del nuevo mundo, puedo adivinar una intención de reparación, una denuncia y a la vez un ejercicio de reconciliación pensando en lo que mejor de lo que quedó después de una conquista con momentos de crueldad, de expolio, con un interesante mestizaje, con amor y odio, con sangre y pasión, con ambiciones y relatos épicos absolutamente ciertos en un periodo histórico donde Pangea volvía a unir continentes gracias al empecinamiento de los marinos que quisieron recoser un mundo separado por los movimientos telúricos milenarios.

No se puede dudar de la voluntad de sometimiento del imperio español respecto a los nuevos pueblos encontrados desde el Caribe hasta el sur de américa, no es cuestión de infravalorar la crueldad en un tiempo en el que la violencia formaba parte del día a día.

Pero a la postre hubo algo mágico de comunión. Los españoles, herederos de los conquistadores romanos que otrora ocuparon la península, aprendieron a imponer con firmeza pero tratando de aunar, nada que ver con los exterminios de América del Norte por parte de los conquistadores anglosajones…

La serpiente sin ojos

El año del verano que nunca llegó

El corazón más romántico de Europa latió en muchas ocasiones en Villa Diodati, una mansión en Ginebra a orilla del imponente lago Leman, cobijada entre arbolado y levantada sobre un porche que levantaba la vista de la casa hacia el lago.

En pleno movimiento romántico algunos de los más renombrados creadores de la tendencia coincidían ahí para divagar sobre el alma y esas grandes emociones y miedos que alumbraban un tratamiento brumoso de la existencia. El libro nos centra en el verano de 1816, la casa está habitada por Lord Byron, Mary Shelley o Polidori.

Y la historia quiso que aquel verano no existiera como tal porque las erupciones de 1815 del Tambora cambiaron el mundo tal como era conocido. El apocalipsis asomaba como un extraño augurio y la villa Diodati era un excepcional mirador para contemplar un cielo gris, destellante de extraños relámpagos.

Las almas inquietas de tan ilustres habitantes ocasionales componen una visión espectral del mundo que derivó en dos de las creaciones góticas de mayor trascendencia, El vampiro y Frankestein.

Ospina justifica con su prosa bañada por su habitual poesía, cómo aquella oscuridad imprevista pudo germinar en un imaginario compartido por los escritores, finalmente trazado en sombrías historias hoy ya universales.

El año del verano que nunca llegó
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