Los 3 mejores libros de Elizabeth Strout

El caso de Elizabeth Strout parece acercarse a ese paradigma del oficio descubierto con el devenir vital. Los pequeños relatos con los que tantos nos iniciamos, aquellos cuentos ajustados a cada momento de infancia o juventud…

De alguna forma el gusto de escribir de quien alguna vez empieza a escribir, nunca se abandona. Hasta ese día en el que se apodera la noción vocacional, esa necesaria intención de contar historias para exorcizar o para divagar con mayor dedicación, para manifestar una declaración de intenciones vital o para exponer un ideario conformado con el paso de los años.

Y así es como pasados los cuarenta, la Elizabeth versión escritora pujante acabó por saltar a un nivel preponderante en esa dedicación vital. Cierto es que todo esto son elucubraciones mías, pero de alguna forma todo escritor que aparece en edades ya maduras apunta a esa evolución propia de la creatividad conducida paralelamente a la experiencia y la intención final de dejar ese testimonio que es siempre contar historias.

Dentro de un estilo realista y sobrio, Elizabeth Strout suele brindar novelas psicológicas, en el sentido en el que nos da la oportunidad de abordar ese espacio subjetivo del mundo construido sobre los condicionantes de unos personajes que somos todos, interactuando con nuestra cotidianeidad.

Una ardua labor en la que Elizabeth Strout equilibra diálogos y pensamientos en un lenguaje conciso, con la complejidad que requiere crear ese tipo de ambientaciones subjetivas sin caer en la pedantería psicológica, en dogmas o intencionalidades marcadas.

Elizabeth nos presenta almas, las almas de los personajes. Y somos nosotros quienes decidimos cuándo nos emocionan, cuando están profundamente equivocados, cuando están dejando escapar una oportunidad, cuando necesitan sacudirse la culpa o cambiar de perspectiva. Aventuras sobre la existencia de un mundo construido desde el prisma de unos personajes absolutamente empáticos.

Top 3 libros recomendados de Elizabeth Strout

Ay, William

El realismo en ocasiones acaba profundizando hacia un compendio del existencialismo más crudo combinado con esa noción de lo subjetivo de cada personaje. Una segunda noción de la trama que salpica todo de la fantasía de sobrevivir a los miedos y culpas. Solo que alcanzar ese equilibrio preciso queda en manos de autoras como Strout, capaces de rastrear lo que queda del alma en lo cotidiano. Así surgen historias como esta, donde saltamos los muros donde se levanta el fuero interno de William, y también el del personaje estrella de esta autora Lucy Barton. En ambos casos la revelación más íntima sucede para llegar al lado más salvaje de la identidad, de los secretos que justifican más nuestros comportamientos que cualquier explicación que pueda darse al respecto.

Inesperadamente, Lucy Barton se convierte en confidente y apoyo de William, su exmarido, el hombre con el que ha tenido dos hijas ya adultas, pero que ahora es casi un desconocido presa de terrores nocturnos y empecinado en desvelar el secreto de su madre.

Mientras su nuevo matrimonio tambalea, William quiere que Lucy lo acompañe en un viaje del que no volverá a ser el mismo. ¿Cuántos sentimientos celos, piedad, temor, ternura, decepción, extrañeza caben en un matrimonio, incluso cuando ha terminado si tal cosa es posible? Y en el centro de esta historia, la voz indomable de Lucy Barton, su reflexión profunda y perenne sobre nuestra propia existencia: «Así es como funciona la vida. Todo lo que no sabemos hasta que ya es demasiado tarde».

Olive Kitteridge

¿Qué es humanidad? Quizás esta novela responda al interrogante. Porque la literatura y los autores empeñados en narrar lo que somos desde dentro hacia afuera abordan sin artificios el interrogante fundamental, existencial, filosófico, emocional.

Un realismo mágico revisitado desde la visión de Olive Kitteridge, una mujer con la suficiente carga vital como para vivir en ese caparazón protector que construye un nuevo mundo de condiciones y prejuicios, de ese egoísmo natural hacia la supervivencia. Pero lo mejor de la historia llega desde la deconstrucción que la autora hace de esa propia concepción del entorno de Olive. Porque en no pocas ocasiones debemos recurrir a replantear nuestra existencia y tirar los viejos muros de la conciencia.

La rutina es esa extraña bendición protectora, sobre todo conforme pasan los años. El horizonte de la muerte parece que puede alejarse si nosotros, si Olive se queda ahí, quieta, impertérrita al paso del tiempo.

La acción es necesaria para volver a conocer con aquellos con los que compartimos las inercias propias de esta forma de vivir en esa suerte de negación. Y el camino hacia la reconstrucción de Olive supone un bendito ejemplo cuando la realidad nos obliga a afrontar miedos para hacernos completamente libres.

Olive Kitteridge

Me llamo Lucy Barton

Dentro de esa Nueva York extraña, perfilada en tantas ocasiones por autores como Paul Auster, podríamos descubrir a personajes como los que aparecen en esta novela colmada de un intimismo abierto, expuesto a las interpretaciones del buen lector que sabe sacar jugo a las descaradas interpelaciones existenciales que nos abordan.

Dos mujeres habitan una misma habitación de hospital, Lucy y su madre. Pero desde ese lugar en el que conocemos a las dos mujeres durante 5 días, visitamos esos lugares de los recuerdos pasados por el tamiz de las circunstancias actuales de ambas.

La dureza de la vida de Lucy nos enfrenta, sin embargo, al amor, a su necesidad, a su búsqueda bajo cada uno de nuestros pasos. Se hace triste pensar que los reencuentros después de años entre personas tan queridas como una madre y una hija tengan que sucederse por las pesarosas circunstancias.

Pero la magia de la oportunidad sirve para ese testimonio a dos bandas sobre una vida compartida en sus momentos más duros, antaño y también ahora. La crudeza del momento se aligera con esas idas y venidas a otros momentos, escarbando en busca de esas gotas de felicidad que puedan anunciar un mínimo nivel freático de supervivencia optimista.

La oscuridad del ayer de estas dos mujeres se puede proyectar a esa idea de la vida como un soplo desesperadamente breve, sin posibilidad de redención para lo que no se afrontó bien a la luz de las consecuencias. Lucy está enferma, sí, pero quizás este estadio sea una oportunidad única, si es que todo tiene que cerrarse antes de ese supuesto tiempo que se nos concede.

Me llamo Lucy Barton

Otros libros recomendables de Elizabeth strout…

Lucy y el mar

Personajes como Lucy Barton también merecen una saga. Porque no todo va a ser entregas de detectivas o cualquier otra ralea de héroes actuales. Sobrevivir ya es un acto heroico. Y Lucy es nuestra superviviente anhelante de enfrentarse al peor de los antihéroes o villanos: uno mismo…

A medida que el miedo se apodera de su ciudad, Lucy Barton abandona Manhattan y se confina en un pueblo de Maine con su exmarido, William. Durante los siguientes meses quedarán ellos dos, compañeros después de tantos años, a solas con su complejo pasado en una pequeña casa junto a un mar impetuoso, una experiencia de la que saldrán transformados.

Con una voz imbuida de una «humanidad íntima, frágil y desesperada» (The Washington Post) Elizabeth Strout explora los entresijos del corazón humano en un retrato revolucionario y luminoso de las relaciones personales durante un periodo de aislamiento. En el centro de esta historia se encuentran los profundos lazos que nos unen incluso cuando estamos separados: el dolor ante el sufrimiento de una hija, el vacío tras la muerte de un ser querido, la promesa de una amistad incipiente y el consuelo de un antiguo amor que aún perdura.

Lucy y el mar

Los hermanos Burgess

Avisados quedamos de que el pasado jamás se puede tapar, ni cubrir, ni por supuesto olvidar… El pasado es un muerto que no se deja enterrar, un viejo fantasma que no se puede incinerar.

Si el pasado tuvo esos momentos críticos en los que todo se transformó en lo que no debiera ser; si la infancia quedó rota en mil pedazos por las extrañas sombras de la realidad más cruel; no te preocupes, aquellos recuerdos acabarán por desenterrarse solitos y te tocarán la espalda, sabiendo que te vas a girar, sí o sí.

Un pequeñito pueblo de Maine… (qué buenos recuerdos me trae Maine, la tierra de los fantasmas de Stephen King), unos niños estampados contra la crudeza de una infancia rota. El paso del tiempo y la huida hacia adelante, como los prófugos de Sodoma, solo que deseando tornarse estatuas de sal antes de tener que recuperar los sabores del pasado.

Jim y Bob intentan hacer sus vidas, alejados de lo que fueron, confiados en que, si bien no pueden enterrar el pasado, sí que pueden alejarse de él en la distancia física. Nueva York como la ciudad ideal para olvidarse de uno mismo. Pero Jim y Bob tendrán que volver. Son las trampas del pasado, que siempre sabe como recuperarte para su causa…

Sinopsis: Perseguidos por el extraño accidente en el que falleció su padre, Jim y Bob huyen de su pueblo natal en Maine, dejando allí a su hermana Susan, y se instalan en Nueva York tan pronto como se lo permite la edad.

Pero su frágil equilibrio emocional se ve desestabilizado cuando Susan los llama desesperada pidiendo ayuda. Así, los hermanos Burgess vuelven a los escenarios de su infancia, y las tensiones que moldearon y ensombrecieron las relaciones familiares, silenciadas desde hace años, afloran de manera imprevisible y dolorosa.

Los hermanos burgess
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