Que el periodista es un escritor confundido, no me cabe la menor duda. Desde García Márquez hasta Pérez Reverte podemos encontrar multitud de casos de periodistas por definición y escritores por vocación.
Me juego los cuartos a que el caso de Leila Guerreiro es un puntal más para confirmar esta tendencia. Un gran porcentaje de escritores acaban descubriendo que sus ganas de «contar» el mundo acaban pasando mejor por un prisma de subjetividad. Algo que puede romper en artículos de opinión, crónicas, relatos y hasta novelas. Básicamente porque el mundo nunca es algo completamente objetivo.
Descubierta la indudable subjetividad de todo, incluso de la verdad más rotunda, espectadores y lectores de periodista de turno exigimos la parte más crítica. Una visión subjetiva desde la que consentir y seguir la corriente o con la que romper y discordar abiertamente.
Y lo de Leila Guerreiro no son las medias tintas ni las realidades vistosas. Una buena periodista que siempre escarba en busca de lo subyacente, que arrasa con los trampantojos. Porque ella sabe que lo que debe ser contado nunca aparece a simple vista.
Top 3 libros recomendados de Leila Guerreiro
Los suicidas del fin del mundo
Un buen nombre para una supuesta secta bien explícita en su fin último. Y, sin embargo, una desconcertante realidad que Leila abordó para extraer esa lucidez extrema del suicidio como un fin demasiado temprano ante sabe Dios qué desastrosos descubrimiento espiritual…
A fines de los años noventa, una ola de suicidios conmovió a Las Heras, un pequeño pueblo petrolero de la provincia de Santa Cruz. La mayoría de los muertos tenía alrededor de veinticinco años y eran habitantes emblemáticos de la ciudad, hijos de familias modestas pero tradicionales. Sin embargo, la lista oficial de esos suicidios nunca fue confeccionada.
Leila Guerriero viajó a este desolado paraje de la Patagonia, habló con los familiares y amigos de los suicidas, recorrió las mismas calles y visitó cada rincón del pueblo. El resultado es este relato descarnado y preciso que no solo reconstruye los episodios trágicos de esos años sino que también pinta magníficamente la vida cotidiana de una comunidad alejada de las grandes ciudades.
Las Heras, con su magma de desempleo y falta de futuro para los jóvenes, es un enigma cuya resolución dista de ser definitiva: los suicidios, como un destino funesto, se sucedieron durante mucho tiempo. Esta es una crónica inquietante que se lee con fascinación y que devela una realidad marcada por el horror, los prejuicios y la indiferencia.
Frutos extraños
Ocurre de vez en cuando. De un mismo árbol nacen anomalías como forzadas por una evolución indebida en manos del diablo. Pruebas extrañas, distorsiones que proponen giros de lo humano de lo más insospechado. En principio desafiando la concepción de lo humano pero en última instancia nunca se sabe si para bien o para mal.
Una mujer capaz de asesinar a tres amigas poniéndoles cianuro en la taza de té, otra que mató a su hija minutos después de parirla, un mago al que le falta una mano, un grupo de rock cuyo integrante más famoso tiene síndrome de Down, un lustrabotas que acabó convirtiéndose en una figura imprescindible de la música en Hispanoamérica. Como asegura la autora, no hay nada «más sexy, feroz, desopilante, ambiguo, tétrico o hermoso que la realidad.»
En esta edición revisada y ampliada de Frutos extraños Leila Guerriero nos descubre la cara más sensible, vigorosa y palpitante de una profesión que atraviesa tiempos difíciles y obra el milagro de hacernos creer de nuevo en el oficio de periodista. Las crónicas recogidas en este libro, escritas entre los años 2001 y 2019, constituyen una lección magistral de periodismo, muestran el mundo desde una perspectiva única, intensa y diferente, y tienen la capacidad de noquear al lector.
Teoría de la gravedad
Como muestra de que periodismo es literatura sirva este botón. Donde la buena periodista hace crónica y seguimiento del devenir humano…
En esta sección de columnas, publicadas a lo largo de más de cinco años en la contraportada de El País, Leila Guerriero, una de las grandes firmas del periodismo narrativo latinoamericano, se coloca a sí misma en su afilado punto de mira. Con una prosa feroz y precisa, la autora bucea en lo sutil para, desde el asombro con el que es capaz de iluminar la realidad cotidiana, alumbrar lo que permanece oculto en nosotros.
¿De qué tratan estos textos? Entre muchas otras cosas, «del tamaño de la aridez de nuestros corazones. De repollos y reyes y de por qué el mar hierve y de si los cerdos tienen alas. Del horror del amor cuando se termina. De todas las cosas que estaban hechas para olvidar que no hemos olvidado nunca; de las que estaban hechas para no olvidar jamás (el dolor, los muertos queridos, aquella tarde en la arena) y que, sin embargo, hemos olvidado para siempre».
Un conjunto de escritos que, además de formar una hermosa constelación de sus recuerdos, lecturas y reflexiones, golpea al lector con la fuerza de la mejor literatura.
Otros libros recomendados de Leila Guerriero
La llamada: Un retrato
A fines de los sesenta, con trece años, la argentina Silvia Labayru era una adolescente tímida, lectora, amante de los animales, entusiasta de John F. Kennedy, hija de una familia de militares que incluía a su padre, miembro de la Fuerza Aérea y piloto civil. A esa edad ingresó en el Colegio Nacional Buenos Aires, una institución pública de gran prestigio, donde entró en contacto con agrupaciones estudiantiles de izquierda y se transformó en una militante aguerrida.
En marzo de 1976 se produjo en la Argentina un golpe de Estado que dio comienzo a una dictadura militar. Para entonces, embarazada de cinco meses y con veinte años, Labayru integraba el sector de Inteligencia de la organización Montoneros, un grupo armado de extracción peronista. El 29 de diciembre de 1976 fue secuestrada por militares y trasladada a la ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada, donde funcionaba un centro de detención clandestino en el cual se torturó y asesinó a miles de personas.
Allí tuvo a su hija que, una semana más tarde, fue entregada a los abuelos paternos. En la ESMA, Labayru fue torturada, obligada a realizar trabajo esclavo, violada reiteradamente por un oficial y forzada a representar el papel de hermana de Alfredo Astiz, un miembro de la Armada que se había infiltrado en la organización Madres de Plaza de Mayo, un operativo que terminó con tres Madres y dos monjas francesas desaparecidas. La liberaron en junio de 1978 y en el avión rumbo a Madrid, junto a su hija de un año y medio, pensó: «Se acabó el infierno».
Pero el infierno no había terminado. Los argentinos en el exilio la repudiaron, acusándola de traidora a raíz de la desaparición de las Madres. Abominada por quienes habían sido sus compañeros de militancia, arropada por unos pocos amigos fieles exiliados en Europa, hizo una vida.
Hasta que en 2018 la contactó desde Buenos Aires un hombre que había sido su pareja en los años setenta y, en una secuencia en la que se funden manipulaciones familiares que torcieron el destino, comenzó a urdirse una historia que continúa hasta hoy.
La periodista Leila Guerriero comenzó a entrevistarla en 2021, mientras se esperaba la sentencia del primer juicio por crímenes de violencia sexual cometidos contra mujeres secuestradas durante la dictadura, en el que Labayru era denunciante.
A lo largo de casi dos años, habló con sus amigos, sus exparejas, su pareja actual, sus hijos y sus compañeros de cautiverio y de militancia. El resultado es el retrato de una mujer con una historia compleja en la que se amalgaman el amor, el sexo, la violencia, el humor, los hijos, los padres, la infidelidad, la política, los amigos, las mudanzas, y en la que sobrevuela una llamada telefónica que, realizada desde la ESMA el 14 de marzo de 1977, le salvó la vida.