Los 3 mejores libros de Tracy Chevalier

Además de su conocimiento histórico, Tracy Chevalier hace gala en sus novelas de un regusto humano. Todo amante de la Historia, incluso me atrevo a apuntar que todo historiador oficial debe asumir ese aspecto de la intrahistoria como verdadero motor de nuestra civilización. El aleteo de la mariposa capaz de cambiar el mundo, de transformarlo todo, el detalle de las vidas de unos personajes anónimos, se convierte en las novelas de Tracy Chevalier en el sustento fundamental del devenir humano.

Para no se trata solo de acercarnos a las remotas técnicas de fabricación de tapices, sino al detalle de cómo se elaboró uno solo de ellos. ¿Qué circunstancias estaría pasando el tejedor mientras realizaba cualquier tapiz sobrevivido hasta nuestros días?

Tan solo es un ejemplo para acercarnos al estilo narrativo de la autora. Se trata de esa búsqueda de lo sensorial que parecemos intuir cuando divisamos un castillo o un palacio y acariciamos una de sus piedras centenarias.

El éxito de la novela histórica se debe, a mi entender, a ese acercamiento a lo que fuimos. Más allá del relato de la batalla concreta, del conteo más o menos acertado de víctimas de la peste española, o de la firma de un trascendental armisticio, siempre nos falta lo esencial, lo personal, lo humano.

Tracy Chevalier nos introduce en ese fascinante sentir remoto, en sensaciones y emociones entroncadas con su momento histórico preciso y las circunstancias correspondientes. Debe ser cosa de la propia fascinación de esta autora americana por la Historia.

Cuando llegara desde Estados Unidos y descubriera la riqueza humana que trufa el mundo al otro lado del Atlántico, se convencería de que necesitaba escribir sobre lo narrado oficialmente y sobre lo que se intuye, se adivina y se presiente cuando verdaderamente tocas lo que queda de físico de cualquier remoto pasado.

Top novelas de Tracy Chevalier

La joven de la perla

Una mirada enigmática proveniente del siglo XVII. Tan sugerente o más que la mismísima Gioconda. Mientras que la famosa mujer de Da Vinci permanece hierática, sin apenas expresión, la joven pintada por Vermeer posa con la boca entreabierta, como pendiente de comunicar algo mientras sus ojos desvelan un punto de incomodidad o de timidez. Su sonrisa ligera, comedida o intimidada sugiere diversas emociones en torno a infortunios o melancolías indescifrables.

Con un rico conocimiento pictórico, Chevalier nos invita a conocer su verdad entre el escenario del pueblo holandés, de su mercado, de la casa del pintor.

Lo pequeño como punto desde el que divisar el mundo pasar mientras nos sumergimos en una trama perfectamente urdida entre lo artístico y lo sociológico. Una pequeña gran novela en torno a uno de esos cuadros embaucadores de la historia del arte.

La joven de la perla

Ángeles fugaces

Recién entrados en el siglo XX, los ingleses dijeron adiós a su reina Victoria. Y lo cierto es que la despedida se produjo como clara alegoría de la transición entre la tradición y la modernidad.

Los personajes que transitan por esta novela avanzan con los tiempos, con las contradicciones que supone el acuerdo entre lo consuetudinario y la vanguardia que empieza a abarcarlo todo, lo tecnológico, lo médico, lo industrial…, hasta ese momento en el que trata de hacerse espacio también en lo espiritual.

Chevalier se ajusta a los tiempos de ese inicio de siglo XX, una suerte de centuria salpicada de viejas creencias y anticipo de revoluciones y conflictos. La mujer como una mujer que busca su espacio, el romanticismo que vuelve a emerger como una sensación asociada a ese milenio que apunta a su cierre.

Una novela de personajes para abordar el momento histórico desde diferentes flancos, una suma de perspectivas que enriquecen la historia, tratada con rigor y adornada con las vivencias de los Waterhouse o los Coleman, con sus diferencias insalvables y su necesidad de entendimiento.

Ángeles fugaces

La dama y el unicornio

La historia siempre se nos presenta con un punto romántico, fantástico. Las representaciones artísticas de cualquier época siempre aportan parte del imaginario que sostenía creencias para afrontar tragedias y adversidades o para bendecir tan pronto cosechas como romances.

Y si para ello había que apoyarse en representaciones paganas, no había problema. Los tapices de La dama y el unicornio transmitían algo, qué duda cabe, pero nadie lo sabe descifrar con total certidumbre.

La autora nos propone un viaje entre los hechos tangibles de la obra y la suposición más maravillosa sobre la causa de cada símbolo, los motivos de su ejecución…

Nicolas des Innocents es el artista capaz de la gran obra, pero también es capaz de admirar la gloria de la naturaleza cuando ésta supera toda manufactura con intención de belleza. La hija de Jean Le Viste, quien le encargara la obra, lo embauca por completo. No sumergimos entonces en historias de amor imposibles, en melancolías y tragedias que destruyen al hombre pero pueden generar la obra de arte.

La dama y el unicornio
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