Los 3 mejores libros del impactante Jussi Adler Olsen

El grupo de rock Tako ya presentó en su momento uno de sus discos como «El club de los inquietos». Corrían tiempos en los que se vendían discos para escucharlos con solemnidad y parafernalia. El escritor danés Jussi Adler Olsen es miembro honorífico de ese club. Y todo inquieto debe acabar enfocándose hacia algún tipo de manifestación artística, cultural o intelectual. Adler Olsen se decantó por la literatura y acabó produciendo una de las mejores obras de novela negra de la corriente nórdica desde su vertiente continental (ciertamente Dinamarca no es el país más emblemático de esta corriente, salvo esta deslumbrante excepción).

Mientras Jussi andaba buscando al escritor que llevaba dentro, se formó en muy diversas áreas como la medicina y la cinematografía. Pero la literatura ya había marcado su plan de captación de nuevos talentos.

A mediados de los 90 Jussi Adler Olsen publicó el que sería su gran acierto: La casa del alfabeto, una singular novela que transforma el género de aventuras conforme avanza la historia para acabar presentando un thriller del que probablemente pudo beber otro novelón: Shutter Island», de Dennis Lehane.

Con esta gran novela, Jussi Adler Olsen pudo dedicarse con mayor continuidad a la literatura, ofreciendo su famosa serie de novelas policiacas-negras del Departamento Q, así como algunas otras novelas de esas que sirven para desetiquetarse manteniendo calidad y tensión narrativa.

Un autor que merece la pena descubrir como nota discordante del género más noir europeo. Capaz de tramas netamente negras y de otras propuestas realmente sorprendentes.

Top 3 mejores novelas de Jussi Adler Olsen

La casa del alfabeto

Este autor le debe mucho a esta obra que, para más gloria le servía para despuntar como escritor por encima del etiquetado de autor de género negro (que no es que sea peor pero al menos ofrece una noción más diversa sobre la capacidad de escribir). Con un tinte bélico, el autor de esta novela nos presenta una historia singular, cercana al género negro propio del autor, y reeditada por diferentes sellos desde que fuera publicada por vez primera en 1997.

La trama en cuestión gira en torno a la huída de dos pilotos ingleses en plena Segunda Guerra Mundial. Los dos miembros de la RAF son abatidos en pleno vuelo pero consiguen sobrevivir y caen en terreno alemán. En este punto, la historia se me asemejó a la película Nunca fuimos ángeles de Sean Penn y Robert de Niro, donde los famosos actores interpretaban a dos prófugos de una cárcel en Canada.

Una fuga similar entre naturaleza nevada con unos diálogos parecidos y un cierto punto de ese humor circunstancial compartido entre ambas historias que se extenderá durante esta primera parte de la historia. Volviendo a esta novela, la cuestión es que en su huida, Bryan y James solo encuentran una alternativa, pasar por enfermos destinados a un tren de la Cruz Roja.

Lo que no podían saber es que ese tren acogía a soldados alemanes. Bryan y James toman la identidad de dos oficiales de las SS, su desconocido destino acaba siendo La Casa del Alfabeto, un psiquiátrico en el que deberán seguir asumiendo su demencia, sin saber a qué tratamientos pueden enfrentarse y tal vez poniendo más en riesgo su vida que cualquier otra alternativa tomada.

Es entonces cuando cambiamos de película y nos aproximamos a Shutter Island, de Scorsese, con ese punto absolutamente negro sobre la locura. En un ambiente oscuro, rodeados de malos augurios, los jovenes pilotos y amigos irán descubriendo que tal vez ellos no sean los únicos que se estén haciendo pasar por enfermos mentales.

La decisión está tomada y las situaciones generadas por su decisión de subir a ese tren se les presentarán de manera insospechada, entre un humor ácido y una sensación angustiosa en la que no saben qué tiempo les quedará ahí, si podrán huir, si podrán seguir compartiendo sus confidencias con las que mantenerse cuerdos. Huían, tomaron su decisión precipitada y ahora solo esperan poder escapar de ahí.

La casa del alfabeto

El efecto Marcus

Sobre como los grandes intereses pueden terminar moviendo sus hilos hasta los más recónditos espacios donde la delincuencia intoxica a niños y jóvenes de suburbios. Marcus es miembro de una banda de pequeños delincuentes todavía en la frontera de la impunidad. Su lider es Zola, un chaval sin escrúpulos que ningunea al resto de miembros.

Marcus entiende lo retorcido que puede llegar a ser Zola cuando descubre un cadáver en su escondrijo. Absolutamente aterrado huye de ahí, pero las noticias lo pondrán al corriente sobre la identidad del finado.

Y es entonces cuando lo que pudo pensarse como un homicidio paralelo a un robo se orienta hacia algo mucho más complejo que vincula el inframundo de Zola y de Marcus con altísimos estratos sociales capaces de comprarlo todo y de pagar a unos chicos para matar a fin de prolongar su estatus de corrupción. El departamento Q se hará cargo del caso, descubriendo de inmediato como las causas de la muerte apunta a un entramado de intereses demencial.

El efecto Marcus

El mensaje que llegó en una botella

Hay una virtud no sé si decir que diferente del Olsen escritor de novela negra. Y es que consigue sacar humor de entre los huesos de sus víctimas.

No es que sea un humor hilarante extendido durante toda la novela, pero su efecto en la tensión narrativa es como una nueva textura para el paladar literario.

El toque romántico de una botella con mensaje traído del pasado. Un texto escrito con sangre, un asunto jamás cerrado sobre dos chicos desaparecidos en los 90. El departamento Q con Carl Morck, Assad y Rose tratan de transcribir lo escrito con sangre para encontrar respuestas…

El mensaje que llegó en una botella
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