El dormitorio conyugal, de Éric Reinhardt

El dormitorio conyugal, de Éric Reinhardt
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Soy de esos que piensan que empieza pensando que leer una novela dramática no me va a aportar nada. Para sufrir ya está esa realidad recalcitrantemente empeñada en asesinar sueños, como diría Bunbury.
Pero que me empecine en desechar lo trágico quizás no sea siempre la mejor opción. Porque en ocasiones hay libros que ofrecen esa suerte de sublimación que va más allá de tantos aspectos manidos de la resiliencia como fórmula de coaching vital.

Hay libros que simplemente te cuentan historias pesarosas, sin otra intención que darles una oportunidad final que consiga sacarnos del fatalismo, de ese pesimismo que asoma cuando las malas noticias llegan para quedarse…

Nicolas podría ser cualquiera de nosotros, con esa agotadora sensación de tener que ser fuerte para afrontar algo que se desmorona a nuestro lado. Ya no es que que suframos la enfermedad desde dentro sino que nos toca contemplarla desde fuera con el imperativo de ser el fuste de una realidad que apunta al inminente desplome.

Por momentos el pacto entre Nicolas y su mujer enferma de cáncer suena a un guiño más a esos tópicos sobre resiliencia para terapeutas fuera del propio pellejo de uno mismo. Pero si le das una oportunidad, algo acabará por moverse desde dentro, con la satisfacción de que te han contado una historia de flaquezas, de dudas, de insomnio y de suerte, de esa condenada suerte que al final se encarga de que las sombras se vayan. Una historia que no es otra que la del propio autor…

Solo que por el camino de la suerte hay que poner algo de tu parte. Y nada mejor que la evasión, que la música de Nicolas o la literatura del propio Éric para dejar de mirar de frente a la muerte y esperar tan solo ese golpe de suerte desde un foco desviado que demuestre un punto de desprecio hacia la parca, para que se sienta ignorada y se marche.

Éric escribe su nueva novela porque su mujer así se lo pide mientras ella libra la batalla. Asímismo, Nicolás, el protagonista de esta novela se encierra en su música y en una sinfonía que insufla vida bajo la batuta de la muerte.

Porque ella, Matilde, la mujer de Nicolás, también necesita mirar hacia otro lado, perderse en los nuevos acordes de la música de Nicolás, vivir otra vida mientras su cuerpo anhela esa fortuna en forma de imprevisible evolución celular.

Y la sinfonía llega a su fin y las historias de Éric o de Nicolás pueden confluir o no…

Música y literatura, personaje y autor, realidad y ficción. La historia que nos cuenta Éric quizás sea como ese cuadro de Dorian Gray, el lienzo en el que quedó atrapada la decadencia de la enfermiza esencia, en un altillo donde nunca más esperamos tener que subir a buscar absolutamente nada.

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