El diablo me obligó, de F.G. Haghenbeck

El diablo me obligó, de F.G. Haghenbeck
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Hay novelas cuyo título e incluso su portada me recuerdan a lo que encontrábamos los que visitábamos los videoclubs de los 80 en busca de alguna peli de acción. Por momentos parecía que las carátulas y los títulos tenían que sintentizarlo todo en una imagen y un título sencillo pero llamativo.

La reedición de la novela El diablo me obligó, del mexicano Francisco Haghenbeck coincidente con la salida en Netfix de una serie que apunta al género negro y fantástico como ese pujante mercado entre jóvenes y no tan jóvenes, adopta esa forma de película ochentera en su presentación, con manifiesta invitación a una violencia gótica de cuyo argumento queda uno embelesado sin saber muy bien por qué.

Con un punto de coincidencia patria con Guillermo del Toro o Robert Rodriguez en cuanto al aspecto fantástico y la sangre a borbotones, Haghenbeck abunda en ese escenario también tarantinesco en el que la vida y la muerte toman un aspecto hilarante o desquiciante, según como se mire, pero siempre con un punto de morbo que cae a tumba abierta sobre el lector.

Elvis recorre la gran ciudad de Los Ángeles sentado cómodamente en su Cadillac. Sabe que sin él la ciudad podría acabar sucumbiendo a unas sombras que llevan asentadas en el submundo desde tiempos ancestrales.

Desde Hollywood hasta El Sereno, todo Los Ángeles vive amenazado. Pero sobretodo el East Side apartado del centro neurálgico de la gran urbe, es donde se corren fiestas inconfesables y se viven noches de perdición.

Todos en ese barrio olvidado por Dios conocen a Elvis y tienen que recurrir a él cuando los demonios acechan. Así que Elvis pasa a ser Dios, solo que armado hasta los dientes y dispuesto a matar definitvamente a aquellos que no acaban de enterarse que están muertos…

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