Las hijas de la villa de las telas, de Anne Jacobs

las hijas de la villa de las telas
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Lo que se ha desvelado ya como una trilogía histórica encuentra, bajo este evidente título de continuación a La Villa de las telas, encuentra ahora una primera continuación con apenas tres años de diferencia para que mantengamos frescos a personajes, entorno y circunstancias.

Pese a no tratarse la trama de una evolución generacional, como suele ocurrir en las tramas que abordan el devenir de las sagas, los enlaces al pasado son en este caso un pozo del que emergen fundamentos narrativos hacia esos grandes secretos que van justificando aconteceres y que van cerrando círculos.

Corre el año 1916, en plena Gran Guerra. La pudiente familia Melzer debe afrontar nuevos retos en un mundo que se deshace a marchas forzadas con el avanzar del conflicto, el empobrecimiento general y la llamada al socorro para todo alemán de bien, sea militar o civil con posibles para atender a heridos o para desarrollar funciones de logística en favor de un imperio alemán necesitado de colaboración a todos los niveles.

El protagonismo de la admirada Marie, quien en la primera parte ya supo labrarse su propio destino en torno al amor y la firme voluntad, adquiere en esta ocasión la épica de la mujer enfrentada a una guerra en la que las amenazas se multiplicaban para ellas. Y aún así, encontramos a una Marie empecinada en sacar adelante una fabrica de tejidos cuya oferta de trabajo, prosperidad y gloria amenaza con desplome total.

La tragedia la sacude completamente cuando descubre que su querido Paul Melzer ha sido hecho prisionero. Ante la imposibilidad de hacer nada para liberarlo, su papel al frente de la fábrica se transforma en una huída hacia adelante, en un turbio ejercicio de esperanza.

El tiempo pasa y Paul sigue sin regresar entre las sombras de aquel odioso primer gran conflicto que sacudió Europa entera. Marie siempre tuvo esa firmeza capaz de arrastrar a todos, ese magnetismo al que sucumbió el propio Paul, enamorado y fascinado.

Pero en su ausencia un tipo como Ernst von Klippstein ronda a Marie con sus lúgubres consideraciones sobre el destino de Paul y la necesidad de Marie de dejarse cobijar por él para sobrevivir a lo que haya de venir, por su bien, por la supervivencia de tanta gente de su entorno y por el bien de todo lo que los Melzer levantaron durante muchos años…

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