La caja de botones de Gwendy, de Stephen King

La caja de botones de Gwendy, de Stephen King
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¿Qué sería de Maine sin Stephen King? O quizás realmente se trate de que Stephen King debe gran parte de su inspiración a Maine. Sea como fuere, lo telúrico adquiere una dimensión especial en este tandem literario que desborda ampliamente la realidad de uno de los estados más recomendables para vivir en Estados Unidos.

Nada mejor para empezar a escribir que tomar referencias de la realidad más próxima para acabar orientando lo que tienes que contar hacia una proyección realista o crítica o para transformarlo todo, invitando al lector a darse una vuelta por rincones cotidianos a este lado del mundo; convenciendo al lector de que tras el trampantojo de la literatura se esconden oscuros abismos.

Y en esta ocasión es de nuevo Maine donde King (en coautoría con el para mí desconocido Richard Chizmar), nos ubica para vivir una historia que profundiza en el terror desde esa incomparable percepción subjetiva de personajes que acaban invadiéndonos el alma, con la magia negra de la narrativa del autor.

Luces y sombras de una joven llamada Gwendy (evocación naif en el nombre para crear una mayor sensación paradójica, al estilo de su novela corta «La chica que amaba a Tom Gordon), en un espacio silencioso y desamparado entre Castle View y Castle Rock.

Lo que conduce cada día a Gwendy a desplazarse de uno a otro lado por las escaleras de los suicidios nos acabará acercando al planteamiento más siniestro sobre el destino, sobre nuestras decisiones y sobre la fragilidad a la que nos puede conducir el miedo.

Una figura inquietante, como en tantas otras novelas de Stephen King. El hombre de negro que parecía esperarla en lo alto del monte donde terminan las escaleras. Su llamada de atención que la alcanza como un susurro deslizado entre las corrientes que mueven las hojas de los árboles. Quizás se trate de que Gwendy elegía ese camino porque esperaba ese encuentro que marcaría su vida.

La invitación del tipo a conversar distendidamente, acabará derivando en un regalo por parte del hombre de negro. Y Gwendy irá descubriendo cómo aprovecharlo para su beneficio.

Claro está que la joven Gwendy puede acabar sacando partido al gran uso del regalo sin la madurez necesaria. Y cierto es que ciertos regalos oscuros no terminan de traer nada bueno, ni pueden ayudar a Gwendy a escapar a las grandes batallas emocionales que la vida le tiene preparadas…

En cuanto a Castle Rock y sus habitantes, desde ese momento nos zambullimos en el tétrico misterio de los hechos inexplicables para los desconcertados y temerosos lugareños. Unos aconteceres sobre los que Gwendy tiene claves incofesables que dan cumplida explicación a todo y que la perseguirán hasta muchos años después.

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