Agwaetiti Ncheta, nke Karen Viggers dere




La isla de la memoria
Dị ebe a

Siguiendo la pista de Sarah nwa, esa gran escritora residente en España, la escritora Karen Viggers también ha encontrado en nuestras antípodas sus escenarios favoritos para presentarnos sus novelas.

Para un lector europeo siempre existe una mezcla de exotismo y curiosidad en torno a una historia contada desde el otro lado del mundo. En esta ocasión viajamos hasta la isla de Bruny, en Tasmania, para conocer a Mary, una mujer de avanzada edad que afronta esa lotería de los últimos amaneceres, donde cada nuevo día es un nuevo boleto para abandonar este mundo.

En principio esta novela se circunscribe a esa tendencia etiquetadora de «narrativa en femenino» que hace un flaco favor a la literatura en general. ¿Por qué es narrativa en femenino? ¿Por su sensibilidad? ¿Por qué nos va a hablar de amor? Ya opiné al respecto en otra entrada sobre la novela Ezinụlọ ezughị okè, de Pepa Roma. Simplemente no me parece nada acertada esa idea comercial de literatura solo para mujeres…

Mary, la mujer, nos asoma a la vertiginosa vista de su pasado. Ella fue una mujer entregada, abnegada a la tierra como mujer del farero que jamás podía abandonar su trascendental función como guía para barcos en la noche.

En el momento inicial de la novela, después de tantos años a la espalda y con pocos días en el horizonte, Mary tan solo busca esa tranquilidad natural que piden cuerpo y mente cuando el agotamiento natural de toda célula guía hacia esa serena decadencia.

Pero en ocasiones, pese a la sensación de últimas cosas, pueden quedar asuntos que zanjar…

Mary no pensaba regresar a la isla de Bruny, donde se eriguía ese faro entre el verde del prado y el azul del mar. Pero una carta acaba por precipitar su regreso.

Volver a aquella isla que fue toda su casa despierta las naturales sensaciones contradictorias del retorno imposible a los sitios donde se fue feliz. Pero también en aquella isla supo Mary enterrar sus secretos que ahora parecen haber aflorado y que, a la postre, pueden ser la mejor forma de cerrar el balance vital de la manera más digna y sorprendente.

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