La efervescente década de los sesenta en gran parte del mundo occidental no lo fue tal en una España lastrada durante décadas por el franquismo. En su momento ya reseñé la novela «Jodi a se move men demen se pou mwen«, de Salvador Compán, y que presentaba el constreñido espacio de la realidad española en ese momento.
Nan ka sa a liv Nwit lan la anvan, Bea Cabezas aborda ese mismo periodo histórico pero desde otro ángulo, el que afectaba a la mujer, a un feminismo acallado en esa España gris, donde la mujer parecía acostumbrada a su destino doméstico.
Ana es una joven que trabaja en el Diario de Barcelona como taquígrafa. Su principal encomienda es asistir a Eduard, un periodista novato. La relación laboral de estos personajes hombre y mujer, nace intoxicada por las pautas sociales marcadas, por los roles supuestos y por una jerarquía naturalizada per se.
Eduard descubre en Ana a una mujer dotada para el periodismo. Quizás por su temporal condición de advenedizo en el oficio acepta esa capacidad de Ana para desenvolverse e interactuar con él casi de igual a igual. Y juntos se embarcan en la tarea de participar en la redacción de la agenda cultural. Entrevistan a músicos europeos y se empapan de esa otra realidad Pirineos arriba.
Ana descubre en el periodismo una devoción, una fascinación, una profesión frustrada por el mero hecho de ser mujer. Su rebeldía se despierta entonces con fiereza, pretende llegar lo más lejos posible y alzar su voz en busca de una igualdad y de un reconocimiento de las capacidades laborales de la mujer.
La relación con Eduard no siempre se mueve por los derroteros de la comprensión y el apoyo. Él se encuentra en la situación cómoda de no ser enjuiciado. En su admisible intención de prosperar en el gremio no tiene cabida la implicación con la causa perdida de Ana. Los roces son frecuentes y los desencuentros marcados.
Pero Eduard escucha a Ana. Al menos accede a empatizar con ella, y entiende la injusticia que se cierne sobre Ana y sobre las mujeres en general. En resumen, una trama que nos introduce en una de esas luchas particulares que sumó para gestar y provocar el cambio.
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