El doble secreto de la familia lessage, de Sandrine Destombes

A la pléyade de grandes narradores franceses de género negro (combinado con suspense), encabezados por Minier o Thilliez, se une ahora, por abrumadora querencia popular, Sandrine Destombes. Una nueva escritora muy a tener en cuenta en esa incontenible efervescencia del noir galo.

Y para muestra este botón. La novela sobre el secreto de la familia lessage (en consonancia con esa profundización en las sombras domésticas que apuntalan cada uno a su manera Joel Dicker o Shari Lapena) nos introduce en esa ambientación doblemente cerrada sobre lo familiar en un entorno paradójicamente calmo e inquietante. El típico contraste entre el pueblo como apacible hogar y su capacidad para albergar las más aviesas sombras nos guía en esta historia hasta nuevos límites insospechados.

Dos tiempos para ubicar ese espejo deformante en el que se distorsiana la verdad y se reflejan las más monstruosas conciencias sobre lo que pudo pasar. Cuando el mal no se afronta en su momento, cuando se espera que lo abominable simplemente desaparezca, al final suele ocurrir todo lo contrario. Y la maldad tiene mucha paciencia…

A un lado del espejo viajamos hasta más de veinte años atrás. Piolenc se enfrenta a la zozobra de la desaparición de dos hermanos, Soléne y Raphaël. Solo se pudo encontrar a Soléne, con su cuerpo muerto presentado con la macabra teatralidad del monstruo más cruel. La niña con su vestido blanco, apuntando a esa pureza e inocencia que el propio criminal reconoce para más regocijo de su deleznable obra.

Quizás sea el mismo. O a lo mejor se trate de un continuador de su diabólico legado. La cuestión es que en el apacible verano de 2018, con las difusas brumas de ese pasado que nadie quiere evocar, algunos niños empiezan a desaparecer de nuevo. La investigación se precipita entre dos investigadores hábilmente presentados por la autora, un policía que desconoce el caso anterior y otro que puede conducirlo a las pistas abandonadas. Todo para tratar de buscar ese enlace que pueda eliminar la casualidad y determinar la causalidad que enlaza lo pretérito y lo actual.

Mientras tanto, Piolenc se asoma al abismo de convertirse en un lugar maldito. Quizás elegido por el mismo demonio o simplemente sembrado, entre sus campos, por la semilla del mal.

En esta ocasión nada puede quedar abierto. La vida de los nuevos niños clama entre el silencio de un pueblo aturdido mientras que las voces del pasado resuenan hacia una siniestra confusión.

Máxima tensión en torno a esas infancias robadas a la vida, la peor de las sensaciones para un lugar tan necesitado de sembrar esperanza entre una memoria asaltada por la oscuridad. Solo que, quien sea que disponga del vínculo entre lo ocurrido a un lado y otro del espejo, probablemente sea quien más precise que nada se sepa.

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