Es de bien nacidos ser agradecidos. Y rendir tributo a uno de los más grandes del género negro español clásico como Vázquez Montalbán es de ser muy agradecido. Carlos Zanón se ha puesto a ello con esta nueva novela que recupera los fantasmas de Carvalho y los de una sociedad anclada en el postfranquismo y los reubica a este otro lado del tiempo vivido: la actualidad.
En el ínterin multitud de transiciones de todo tipo que por momentos parecen haber pasado de rosca a un país y a unas ciudades como Madrid y Barcelona adalides de una polarización por las que un Carvalho paseando desentona menos que nunca. El desarraigo ideológico del gran personaje de Vázquez Montalbán, a resultas de su conocimiento último del mecanismo político y social capaz de corromperlo todo encaja perfectamente en este nuevo milenio. La representación dicotómica de siempre de este gran personaje, aquella que lo ubicaba entre un bien y un mal con el que convivir según contexto consigue que descubramos lo poco de evolución cívica se ha producido en un país como el nuestro.
Zanón hace que Carvalho hable en primera persona, quizás buscando esa cercanía con el personaje mítico que hará añorarlo todavía mas a quienes lo conocieron en contexto histórico pero que sirve para acercarlo también a nuevos lectores que nunca se hubieran dado vuelta por esta especie de héroe policíaco entre las negras sombras de la sociedad.
La trama avanza con esa potente voz directa y en primera persona de Carvalho que en un tiempo nuevo empieza a encontrarse más desubicado que nunca. De su sintonía con su antaño ayudante Biscúter solo quedan roces y maltentedidos. En sus idas y venidas entre Madrid y Barcelona se va enfrascando en una aventura amorosa en la que se siente más amenazado que en cualquiera de sus casos anteriores. No es de extrañar que Carvalho busque de vez en cuando la voz del escritor anhelante de respuestas sobre su destino y sobre las causas que han derivado en tamaño despropósito.
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