Los 3 mejores libros de Kent Haruf

Desde la América profunda, en el corazón de Estados Unidos, Kent Haruf nos invita a pasar unos días en el particular pueblo de Holt. Un lugar mágico creado desde su potente imaginario y que acaba trascendiendo a su obra, como un nuevo Macondo versión USA.

Porque por Holt pasean almas, vivencias, recuerdos, culpas. Con las más eficientes y fascinantes pinceladas, reconocemos en cada protagonista de un nuevo escenario el dolor, el peso de la vida, la tragedia y la esperanza.

Haruf abre la vida en canal, la disecciona y hace de cada personaje una nueva célula que despierta el escalofrío. Hipnotismo hecho literatura, turismo hasta un lugar perdido en medio del extenso continente, pero que llama nuestra atención como una misteriosa luz vista desde el avión.

Y es que estamos a punto de aterrizar en Holt. Nos disponemos a recoger nuestras maletas para pasar unos cuantos días entre sus habitantes. Entraremos en sus casas, conoceremos sus vicisitudes, sus desasosiegos, esa rabiosa humanidad que recupera para lo rutinario la inquietante aventura de vivir, pese a todo.

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Nosotros en la noche

Personajes de vuelta de todo, lo suficientemente cargados de culpas y penas como para alcanzar esa sabiduría que aparta lo trivial y que es capaz de despertar el brillo en un lugar como Holt, expuesto a los contrastes ya desde lo climatológico pero también a lo paradójico de encontrase en pleno centro de Estados Unidos para pasar por un lugar olvidado hasta para el turismo.

Así que los habitantes de Holt viven en ausencia de sorpresas, con sus rutinas y sus ritmos inquebrantables. Ahí es donde residen Louis y Addie. Y mientras el resto de vecinos se entregan al conveniente reposo nocturno, ellos dos se enfrentan a la soledad de su viudedad. Es lo que toca. O no. Porque la noche en la que Addie decide visitar a Louis empieza una relación que se aprovecha de ese tiempo suspendido en la nada, entre los sueños de los demás lugareños.

Cada noche es un regreso a la juventud para los dos protagonistas. Y Haruf se encarga de que sus visitas nos hagan entender algo muy importante. Y es que más allá de la edad en la que todos los plazos parecen vencidos, siempre cabe la posibilidad de que las almas encuentren nuevos lugares donde conversar, bailar, viajar, sorprenderse e incluso enamorarse. Holt duerme, Louis y Addie viven.

Nosotros en la noche, de Haruf

La canción de la llanura

Primera entrega de la Trilogía de la llanura. La existencia puede llegar a doler. Los contratiempos pueden provocar esa sensación de un mundo que concentra un dolor somatizado cada nuevo día. Sobre cómo afrontan el dolor los habitantes de Holt trata esta novela La canción de la llanura, de Kent Haruf.

La verdadera humanidad, como una especie de conciencia común frente al dolor, ya sea un dolor pasado o presente y propio o ajeno, se manifiesta en las vidas de unos protagonistas que ofrecen una sentida presentación de las circunstancias que les han tocado vivir. Se trata de saber si puede haber algo de resarcimiento contra la mala suerte, contra tantos y tantos males que acechan al individuo una vez desprotegido y asomado al abismo de su flaqueza.

Lo más curioso es cómo la historia avanza sin ceder a lo trágico. Tampoco es que se trate de presentar a héroes capaces de sobreponerse a todo. Es más bien la narración de una cadencia vital que siempre ofrece un reposo, para un profesor con su mujer enferma y sus hijos en el tiempo de la incapacidad mental para participar en la carga del peso del mundo. Caso muy diferente es el de la chica embarazada, de imposible encaje en el que siempre fue su hogar.

La moral de unos padres pueden llegar a repudiar semejante afrenta del amor, o del sexo en el momento en el que un vástago más necesita de la naturalización de sus “pecados”. Escenarios bien distintos y en esencia muy similares. El sufrimiento por una vida enemistada con los sueños, por una rutina de la tristeza. Solo que, cómo decirlo… Haruf acaba resaltando un aspecto nada desdeñable de la tragedia que puede ser vivir.

Y es que la tristeza tiene una sombra, un contrario, como todo en este planeta. La felicidad siempre está, aunque ni siquiera se vislumbre. Resulta contradictorio, pero a mayor cantidad de algo, mayor entidad adquiere lo que casi no se tiene. La felicidad perfecta es ese paréntesis entre páginas y páginas desoladoras. Haruf es capaz de demostrarlo, con la voz de sus personajes y la construcción de sus escenarios.

La canción de la llanura, de Haruf

Al final de la tarde

La segunda parte de la Trilogía de la Llanura. Kent Haruf vuelve al asalto de las librerías con esta novela que aborda de nuevo un intimismo de vidas particulares, abandonadas de repente en medio del páramo, entre el valle de lágrimas ya secas, lo que viene siendo el espacio de su Trilogía de La Llanura, una de las más bellas composiciones literarias del ya fallecido autor. De nuevo viajamos hasta Holt para esta segunda entrega.

Un lugar inventado donde cada habitante parece tener una historia tremenda que contar, o si no contar por lo menos manifestar a través de una introspección literaria que termina por salpicar a cualquier conciencia en su lado más humano. En esta ocasión los actores son los McPheron y varios otros habitantes de este especial pueblo, convertido en una especie de purgatorio en el que Dios pone a prueba resiliencia, paciencia y alma de tantos personajes expuestos a las más crudas vicisitudes.

No es que cada uno de los protagonistas que se van entrelazando y ramificando la historia (a la vez que descargan el argumento) deban afrontar grandes causas o trascendentales bitácoras. Lo de los habitantes de este pueblo radicado supuestamente en Colorado es enfrentarse a un destino alienante desde el detalle de la más vacua existencia. El espacio acompaña. Holt es un pueblo donde cualquier ave nocturna podría acudir a pasar sus últimos días de desintoxicación tras una vida frenética, o donde el espía más buscado del mundo podría ocultarse al mundo.

Los días de Holt son lentos y pesados, al igual que sus noches de insomnio y desvelo. Y en eso, en el detalle, en el fatalismo asumido, en el sentir tangible de los pesados días que pasan uno detrás de otro con la misma pausa, cadencia y ciclo, descubrimos lo anecdóticamente humano, lo fundamentalmente espiritual. Podría pensarse que la intención de Haruf es plantear la vida como un árido paraje.

Pero de la misma forma que un niño puede ocupar sus horas más entretenidas en torno a un hormiguero, los habitantes de Holt cultivan su alma, indagan entre sus recovecos sin la sensación perentoria del tiempo. Una vez que se dispone de toda una vida lenta por delante, la tristeza, la nostalgia, la abnegación o la solidaridad adquieren un peso distinto, mucho más ligero, mucho más en consonancia con un tiempo compuesto por vivencias en lugar de por apremiantes segundos…

Al final de la tarde, de Kent Haruf

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El vínculo más fuerte

Allá por 1984, Kent Haruf tuvo la extraña idea de hacer de su terruño y de sus anodinos habitantes espacio para la novela. No es que sucedan más o menos cosas en según qué sitios por la mera paisajística o por la idiosincrasia de los lugareños. Pero claro, puestos a escribir siempre es mejor ubicarse en un exuberante Maine, como Stephen King. O buscar algo exótico, alejado de nuestro entorno habitual para elucubrar a gusto… La cuestión es que esta fue su primera novela sobre un lugar llamado Holt. Un soporífero pueblo en el que jamás te detendrías de no ser que alguna amante te propusiera una noche loca en el culo del mundo.

Pero de una extraña idea también puede surgir algo extraordinario. Porque en medio de lo anodino solo queda que adentrarse en los personajes con enfermizo detalle, como voyeurs que anhelan descubrir el alma y motor de las acciones rutinarias. Porque al final siempre ocurre lo anómalo, la estridencia, la filia o fobia desatada… En esa observación, Haruf es un virtuoso y paciente maestro que nos presenta la fascinante forma de vida de un lugar donde casi nunca pasa nada, hasta que pasa y todo salta por los aires…

Es la primavera de 1977 en Holt, Colorado. La octogenaria Edith Goodnough yace en una cama de hospital y un policía vigila su habitación. Unos meses antes, un incendio destruyó la casa donde vivía Edith con su hermano Lyman, y ahora la acusan de su asesinato. Un día, un periodista llega al pueblo para investigar el incidente y se dirige a Sanders Roscoe, el granjero vecino, que, para proteger a Edith, se niega a hablar. Pero finalmente es la voz de Sanders la que nos contará su vida, una historia que comienza en 1906, cuando los padres de Edith y Lyman llegaron a Holt en busca de tierra y fortuna, y que recorrerá siete décadas.

En esta primera novela, Kent Haruf nos traslada a la ardua América rural, un paisaje hecho de mazorcas de maíz, hierba y vacas, cielos estrellados en verano y abundante nieve en invierno, donde existe un código de conducta indiscutible, ligado a la tierra y la familia, y donde esta mujer sacrificará sus años en nombre del deber y el respeto para luego, con un solo gesto, reclamar su libertad. Haruf nos habla de sus personajes sin juzgarlos, desde la profunda confianza en la dignidad y la tenacidad del espíritu humano que ha hecho que su voz literaria sea inconfundible.

El vínculo más fuerte, de Kent Haruf
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